He estado en París 7 veces. La primera vez que la visité, hace casi 20 años, era una niña que soñaba con ver con sus propios ojos esa ciudad romántica de la que había visto cien películas y mil pósters (de ahí precisamente este post sobre localizaciones de cine en París). Tal vez por esa fascinación infantil que la rodea, para mí, a día de hoy después de haber viajado por muchos más lugares desde esa primera vez, sigue siendo la ciudad más bonita del mundo. Así que este post es una declaración de amor a París, eso sí, con argumentos.

Si siempre decimos que la mejor forma de conocer una ciudad es caminándola, en París es una obligación. Sobre todo porque andar por ella es muy agradable, en parte gracias a la reforma urbanística promovida por Luis Napoleón Bonaparte, sobrino de Napoleón, en el siglo XIX. Porque el París medieval era un entramado de callejuelas sin ventilación y con graves problemas de higiene, lejos de la imagen actual. Hasta que Napoleón III encargó al arquitecto Haussman la remodelación de la ciudad. Una remodelación que se basó en el orden y la uniformidad: grandes calles rectas, perfectas cuadrículas de casas, edificios todos de la misma altura con los mismos colores y elementos ornamentales… Su objetivo no era solo “limpiar” París: esta reforma obedecía también al requisito de evitar las sublevaciones populares. El nuevo trazado urbano evitaba la formación de barricadas y permitía el rápido despliegue de cañones y tropas para someter cualquier amago de revolución. Y a día de hoy ha dado como resultado que, pese a albergar a millones de habitantes y turistas, rara vez te crea sensación de agobio cuando recorres París.

Pero mi barrio favorito para pasear es sin duda Montmartre, el barrio bohemio por excelencia, hogar del mítico Moulin Rouge y donde vivieron artistas como Gaugin, Matisse o Modigliani. Aún hoy en día conserva parte de ese espíritu (si bien los pintores que ves por la calle son más bien caricaturistas que asaltan a los turistas), con su basílica blanca del Sacre Coeur, su tiovivo de Amelie y sus escaleras empinadas. Es desde luego un oasis en medio de París: como si salieses de la gran ciudad y te encontrases en medio de un pueblo de calles empedradas y casas bajas

Subida al Sacre Coeur en Montmartre, París

Subida al Sacre Coeur en Montmartre, París

Pasear por las riberas del Sena es otro placer ineludible. Siguiendo la corriente del río que atraviesa París, además, puedes llegar también a los principales puntos de interés de la ciudad. Empezando por la catedral de Notre Dame, rodeada literalmente por las aguas del Sena, pues se ubica en la isla de la Cité. Es el edificio religioso más famoso de París. Se construyó en los siglos XII – XIII, en estilo gótico y es conocida sobre todo por sus grandes rosetones y vidrieras y por sus gárgolas. De hecho merece la pena subir a sus tejados para verlas de cerca y de paso disfrutar de las vistas de París. Desgraciadamente no es posible visitarla porque en 2019 sufrió un terrible incendio. Se estima que a finales de 2024 reabrirá.

Caminando un poco más, llegamos al museo del Louvre, el más visitado del mundo, precursor del resto de museos europeos y estadounidenses modernos, con obras maestras de la talla de La Gioconda o la Venus de Milo. Entrar en él puede suponer la perdición: horas paseando por sus galerías admirando su colección. Si no tienes las fuerzas o el tiempo, siempre puedes recorrer sus exteriores, sobre todo el patio con su famosa pirámide, construida en los años 80 para albergar el hall desde el que distribuir a los visitantes del museo.

Museo de Louvre de París

Museo de Louvre de París

Casi en frente del Louvre, en la orilla opuesta del Sena, se encuentra el que para mí es el mejor museo parisino: el museo d’Orsay. No puede competir en fama ni en cantidad de obras magnas con el Louvre, pero sin embargo es el paraíso de los amantes del impresionismo. Sólo la edificación en sí ya merece la pena: una antigua estación de tren de la que se conserva perfectamente la estructura, con una iluminación exterior perfecta. No se necesita tanto tiempo para recorrerlo como el Louvre y disfrutarás revisitando las pinturas impresionistas que estudiaste en tus libros escolares ¡porque están todas allí!

Retomando el paseo por el Sena puedes pasar por los jardines de Tullerías, que fueron de hecho los primeros jardines públicos de París. Su nombre se debe a las fábricas de “tuilles” o tejas que antes se encontraban situadas aquí. 

Y de las Tullerías, a la plaza de la Concordia, que es la segunda más grande de Francia. Desde su construcción ha vivido importantes episodios históricos. Se creó en el siglo XVIII como Plaza de Luis XV, con una enorme estatua del rey. Posteriormente durante la Revolución Francesa pasó a llamarse Plaza de la Revolución y aquí pasaron por la guillotina a 1.200 personas, entre ellas la famosa María Antonieta. Terminada la Revolución se la renombró como Plaza de la Concordia y en 1840 se colocó el famoso obelisco egipcio procedente de Luxor que hoy puedes admirar allí.

Otro lugar ineludible son los Campos Elíseos. La avenida más famosa de París tiene 2 kilómetros de largo, alberga un montón de tiendas carísimas de las marcas más prestigiosas del mundo y es la meta final del Tour de Francia. Puedes tomar los Campos Elíseos desde la Plaza de la Concordia, pasar por el Arco de Triunfo y continuar caminando hasta llegar al Gran Arco en el distrito financiero de la Defense. Parece ser que desde este arco hay vistazas, aunque personalmente nunca lo hemos comprobado.

Si quieres rendir un tributo póstumo a Napoleón, debes ir a los Inválidos. Se trata de un conjunto arquitectónico construido en el siglo XVII como residencia para militares retirados. Alberga varias edificaciones: iglesias, museos, etc. Pero por lo que es más conocido es porque en su interior se encuentra la tumba de Napoleón. Recordemos que Napoleón murió exiliado en la isla de Santa Helena, pero en 1840 sus restos fueron trasladados a los Inválidos. 

Seguimos el curso del Sena pero ¿y si quieres cruzar de orilla a orilla? Fácil, porque hay 37 puentes a lo largo de los 7 kilómetros en los que el río Sena atraviesa París, de muy distintos estilos y arquitectura. Por ejemplo puedes atravesar el Puente Alejandro III, inaugurado para la exposición universal de París en 1900, y del que llaman la atención sobre todo sus grandes esculturas doradas. O por el Pont Neuf o Puente Nuevo que, curiosamente, es el puente más antiguo de París y declarado Patrimonio Mundial de la Unesco. O quizás quieras acercarte al Puente de Bir-Hakeim, desde el que tienes unas vistas estupendas de la torre Eiffel.

Y caminando, caminando, llegamos al símbolo parisino por excelencia: la torre Eiffel. Quién iba a decirles a los franceses que esta construcción, tan denostada y criticada por la inmensa mayoría cuando se edificó con motivo de la Exposición Universal celebrada en París en 1889, acabaría convirtiéndose en el icono inconfundible de la ciudad. Nuevamente te esperan colas para subir a sus alturas pero, esta vez de veras, no puedes perderte las vistas de la ciudad desde su mirador. Y para completar la experiencia, no te pierdas los alrededores: paseo por el Trocadero y picnic en los Campos de Marte bajo la sombra de la torre Eiffel.

En Campo de Marte, bajo la mirada de la torre Eiffel

En Campo de Marte, bajo la mirada de la torre Eiffel

Este mismo recorrido por las orillas del Sena puedes hacerlo en barco: hay cruceros para todos los gustos y horarios. Fui reacia durante mis primeras visitas a hacer uno porque me parecía una turistada, hasta que finalmente lo probé. Y es una gran turistada. La ciudad aparece aún más preciosa, si cabe, y con calma y sin cansarse puedes ver de nuevo los principales puntos turísticos. ¿Es mejor tomar un crucero de día o de noche? ¡Difícil cuestión! Nosotros elegimos las vistas nocturnas, para completar los paseos diurnos a pie, porque París también hay que admirarla a la luz de las farolas.

Vista nocturna del Sena y el puente Alejandro III

Vista nocturna del Sena y el puente Alejandro III

En cualquier caso, es una ciudad infinita y siempre te sorprende: no importa cuántas veces haya estado, en cada visita descubro un nuevo rincón encantador. Y si te cansas de París, coge el tren hasta Versalles: en mi opinión el famoso palacio barroco no merece tanto la visita como sus jardines, que son realmente dignos de ver. Además, la extensísima zona ajardinada de 800 hectáreas, con estanques, árboles, setos de mil formas, estatuas y flores, es de libre acceso, con lo que podrás pasear horas por allí libremente.

Mural en la plaza Saint Liszt, París

Mural en la plaza Saint Liszt, París

Paseos y monumentos a parte, vamos con las cuestiones prácticas. ¿Dónde dormir? Es difícil encontrar alojamientos con buena relación calidad / precio en el área central de París. Para localizarla exactamente, la zona centro es la que está delimitada por la Périphérique (algo así como la M-30 en Madrid). El que mejor responde a este equilibrio de los que conozco es el Art Hotel: a un paseo de Montmartre y muy bien comunicado gracias a su cercanía a la estación Gare du Nord.

¿Dónde comer? Éste es para mí el gran punto débil de París: comer bien es realmente caro. No conozco el restaurante definitivo que pueda aconsejar sin asomo de duda, la verdad, así que sólo puedo recomendar, para no arruinarse:

  • Comer un bocadillo o sandwich al aire libre: hay cientos de puestos de comida para llevar, sobre todo en los lugares más proclives a comer admirando las vistas, como las escaleras del Sacre Coeur, las orillas del Sena o a la sombra de la torre Eiffel.
  • Entrar en alguna de las brasseries de las calle Lepic, por la que se sube a Montmartre. Entre ellas, la más famosa es la cafetería donde trabajaba Amelie (Cafe des 2 Moulins, en el número 15).
  • Cenar en Oberkampf, un barrio cerca de la plaza de la República con gente joven, restaurantes informales y bares animados.
  • Probar suerte con el menú del día de algún restaurante en el Barrio Latino.

No obstante, no importa cuánto me cobren por un café y un triste sandwich, le perdono todo a París y estoy deseando volver… Siempre descubriré un nuevo rincón que me enamore.

Vistas de la Torre Eiffel de París

Vistas de la Torre Eiffel de París

Viajera, internetera, cinéfila, inquieta, 2.0

6 Comment on “Mis imprescindibles de París

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