La Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Avaroa es el área protegida más visitada de Bolivia y, junto con el salar de Uyuni, el principal atractivo turístico del país. De hecho así los visitamos ambos, juntos, como parte de un tour de 4 días que tomamos desde San Pedro de Atacama. No es de extrañar su fama, pues abarca paisajes muy distintos entre sí pero todos únicos: lagunas de mil colores, géiseres, aguas termales, desiertos… Se encuentra en el extremo sur boliviano, haciendo frontera con Chile y Argentina (de ahí la facilidad para visitarlo desde Atacama). Y está plagado de volcanes, muchos activos aún, siendo el Licancabur la gran estrella de todos ellos. 

Sus principales habitantes son los flamencos: ejerciendo de turistas locos por las fotos, con los primeros que vimos a lo lejos, nos emocionamos, sin saber que los encontraríamos, y mucho más de cerca, en otras tantas lagunas de la reserva (así que no te preocupes si vas, que los verás seguro). También habitan allí vicuñas y vizcachas (de las que ya hablamos en el blog), zorros (tan acostumbrados a los humanos que es posible verlos a pocos metros) y diversas especies de aves.

Un zorro acostumbrado a los humanos en las inmediaciones de la Laguna Celeste

Un zorro acostumbrado a los humanos en las inmediaciones de la Laguna Celeste

El acceso a Eduardo Avaroa está restringido a empresas turísticas acreditadas, con lo que no queda más remedio que contratar el tour con alguna de ellas. Es necesario pagar entrada, de 150 pesos bolivianos; debes conservarla durante todo el itinerario pues se pasan varios puestos de control donde la solicitan. Para recorrerla hay que ir en 4×4 puesto que las carreteras en la mayoría de los casos son en realidad pistas de tierra o simplemente surcos en el terreno. A veces teníamos la sensación de estar en medio de un rally, con jeeps a nuestro alrededor corriendo en diferentes direcciones y una nube constante de polvo y arena.

Recorriendo la Reserva Eduardo Avaroa, en Bolivia

Recorriendo la Reserva Eduardo Avaroa, en Bolivia

En realidad, pese a ser la única forma de visitarlo, hay que reconocer que es bastante poco respetuosa con el entorno esta forma de turismo puesto que estos recorridos en todoterreno alteran considerablemente la fauna y flora del lugar. Tampoco ayuda la explotación minera que se da en el parque y sus zonas aledañas, con unas 61 concesiones mineras activas.

Aunque no realizas grandes caminatas y la mayor parte del tiempo estás en el coche, la reserva está situada a gran altura, llegando hasta los 5.000 metros en ciertos puntos. Por ello conocerla puede convertirse en todo un reto físico y el mal de altura es el gran enemigo a batir: la hoja de coca será tu aliado. Especialmente delicado es pasar una noche a tanta altitud, como fue nuestro caso, en un refugio de montaña dentro del parque. Moverse despacio, sin cambios físicos bruscos, comer ligero y beber mucha agua es obligatorio.

Por último, ¿qué puedes ver en Eduardo Avaroa concretamente? (que nos gusta una lista…)

Laguna Blanca. Nada más acceder y justo después de conseguir tu entrada, te encuentras esta gran extensión de agua blanca, la primera de una larga lista de lagunas que hay en la reserva y de las más grandes. Su color se debe a sus componentes minerales y se pueden avistar flamencos.

Nada más entrar en la reserva Eduardo Avaroa, te topas con esta inmensa y cristalina Laguna Blanca

Nada más entrar en la reserva Eduardo Avaroa, te topas con esta inmensa y cristalina Laguna Blanca

Laguna Verde. Su tono esmeralda se debe al elevado contenido de magnesio, arsénico y cobre, por lo que es altamente tóxica. El volcán Licancabur de fondo es el otro protagonista del paisaje. Cuando fuimos era temporada seca con lo que el nivel de agua de esta laguna era muy bajo y, desafortunadamente, apenas podía apreciarse su característico color.

Desierto de Salvador Dalí. Es un conjunto de rocas volcánicas situadas en medio de un arenal. El paisaje recuerda a los cuadros surrealistas de Dalí y de ahí su sobrenombre.

La disposición de estas rocas en este desierto le han dado su sobrenombre de Salvador Dalí

La disposición de estas rocas en este desierto le han dado su sobrenombre de Salvador Dalí

Aguas termales de Polques. Se encuentran en la Laguna Salada y son aguas que emergen del subsuelo rocoso y alcanzan una temperatura de 30° a 35° C, con lo que resultan muy agradables para el baño. Para poder darse un chapuzón hay que adquirir una entrada de 6 pesos bolivianos que da acceso también al uso de los aseos. El paisaje que lo rodea es maravilloso y es posible ver vicuñas.

Géiseres Sol de Mañana. Es el punto más alto que atraviesas en la reserva, a nada más y nada menos que 5.000 metros. Es una zona con alta actividad geotérmica que se traduce en pozos de lava hirviendo, fumarolas que desprenden gases de azufre, géiseres de vapor y hendiduras multicolores en la tierra, debido a la concentración de distintos minerales. Hay que andar con cuidado, tanto por el temido mal de altura, como por lo peligroso de muchas pozas (y el desagradable olor sulfuroso).

Sol de Mañana: géiseres y fumarolas (y olor a azufre) a 5.000 metros de altitud

Sol de Mañana: géiseres y fumarolas (y olor a azufre) a 5.000 metros de altitud

Laguna Colorada. Pese a poder ver otras lagunas más durante el itinerario por la reserva (como la Celeste, la Honda, la Hedionda, etc), la más llamativa y que merece más la pena es la famosa Laguna Colorada. Resulta inmensa en comparación con las anteriores, con sus 60 kilómetros cuadrados, y llama la atención lo poco profunda que es, con una altura de tan sólo 60 a 80 cm. Su coloración rojiza brillante, que le da nombre, se debe a una especie de algas que habita en sus aguas y provoca además cambios en su tonalidad a lo largo del día. Aquí es posible avistar cientos de flamencos, casi mimetizados con el color de la laguna. Puedes bajar hasta la orilla y recorrer todo el perímetro viéndolos a escasos metros: para nosotros, uno de los mejores momentos de todo el viaje.

Los flamencos campan a sus anchas en la Laguna Colorada, casi mimetizados con sus aguas rosáceas

Los flamencos campan a sus anchas en la Laguna Colorada, casi mimetizados con sus aguas rosáceas

Árbol de piedra. Y otro desierto más en Eduardo Avaroa, el de Siloli, cuya característica más destacada es un conjunto de rocas de origen volcánico, cuyo relieve ha sido moldeado por la acción del viento. Entre todas ellas destaca el icónico (y fotografiado) árbol de piedra, si bien es posible escalar y caminar sobre el resto de formaciones, más altas e imponentes.

Dado que la lista es extensa, el trayecto por la reserva se hace agradable pese a lo incómodo de las carreteras: nunca pasas demasiado tiempo en coche pues de una parada a otra no suele haber más de 2-3 horas. A pesar de que el salar de Uyuni era nuestro objetivo principal al pasar de Chile a Bolivia, la reserva Eduardo Avaroa fue un grato descubrimiento. ¡Las cientos de fotos de flamencos que nos trajimos dan fe de ello!

Viajera, internetera, cinéfila, inquieta, 2.0

13 Comment on “La reserva Eduardo Avaroa en Bolivia

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