Nos gustaría haber ido en otoño. De hecho, queremos volver en otoño cuando un manto de tonos rojizos y ocres lo cubra todo. Cualquier hayedo expone su máxima belleza en esa estación del año, como ya pudimos comprobar en Otzarreta. Pero tuvimos que “conformarnos” con la primavera.
¿Sabíamos que podían existir tantos tonos diferentes de verde? ¿Pensábamos que podríamos sentirnos tan lejos del mundo, sin percibir un solo ruido, sin cruzarnos con nadie más? ¿Imaginábamos así Irati?
La respuesta es no. Un agradable no. Un sorprendente no. Hoy en día, acostumbrados a escanear cada nuevo destino por Internet, a conocerlo virtualmente antes de llegar en carne y hueso, ese no es una maravilla.
La selva de Irati es uno de los bosques más extensos de Europa occidental con unas 17.000 hectáreas, con diferentes especies de árboles, entre los que el haya es el rey.
Pero, un momento… ¿selva? ¿Pero las selvas no están en países tropicales con palmeras y cocoteros? Cojamos el diccionario de la RAE: Terreno extenso, que no tiene cultivo y muy poblado de árboles.
Vale, la definición nos cuadra con lo que descubrimos en Irati. Árboles altos, altísimos, con sus ramas elevándose al cielo, teñidas de mil tonos verdosos. Plantas bajas, cobijándose a la sombra. Agua, tierra húmeda, musgo. Rayos de sol colándose entre las hojas. Aire puro. Silencio. Paz.
Nuestra selva nacional se sitúa al norte de Navarra, en los Pirineos, entre 4 valles: Aezkoa, Salazar, Cize y Soule.
El acceso más habitual es el de Salazar, desde la bella localidad de Ochagavía: con su puente y sus calles empedradas es la niña bonita de Irati. Pero nosotros entramos desde Aezkoa. ¿Por qué? ¿Por qué no? 😉
En realidad fue producto del azar. Encontramos un buen alojamiento en un pueblecito de este valle y decidimos conocer Irati con una ruta cercana: la vuelta al embalse de Irabia.
Camino sencillo, sin apenas desnivel, de 10 agradables kilómetros, circular, bordeando el embalse en todo momento y sin posibilidad de pérdida (que eso a nosotros nos encanta, perdernos, aunque a veces tan literalmente que la metáfora no tiene gracia).
Elegimos ese sendero, pero hay tantos para conocer Irati como tonos de verde en el bosque. Tenemos la sensación de que podríamos pasar semanas recorriéndolo sin repetir ruta.
Elige la tuya y ponte las botas de montaña y el chip de desconexión mental (aunque ése te lo pondrá Irati en cuanto pongas un pie en su selva).
Volveremos en otoño: a repetir ruta para admirar el contraste con la primavera o a descubrir una nueva. No importa, pero volveremos, Irati.
El Valle de Aezkoa, además de ser una de las puertas de entrada a la selva de Irati, conserva 15 de los 22 hórreos de Navarra. Estas construcciones en piedra, declaradas Bien de Interés Cultural, tenían como fin almacenar los alimentos y mantenerlos a salvo de la humedad y los animales. El pueblo donde nos alojamos, Hiriberri / Villanueva de Aezkoa, alberga 4 de estos hórreos. Concretamente nos quedamos en la Casa Rural Aguerre: un edificio renovado, con habitaciones amplísimas, decoradas con gusto y donde nos sirvieron un desayuno de reyes (60 euros la noche en habitación doble). Aunque lo mejor de todo es su dueña, Anabel: impagable su conversación y todas las anécdotas que nos contó.
En @TurismoNavarra hay 25 hórreos tradicionales como éste. 4 están en Hiriberri/Villanueva de Aezkoa (donde hemos dormido hoy) junto a Irati pic.twitter.com/PjhXkwIfpn
— Vagamundos Viajeros (@VagamundosViaje) May 11, 2017
Uaaau! Vaya sitio y vaya fotazas. Vivo súper cerca y solo he ido una vez al bosque de Irati. Tendré que volver 😉
Pues qué suerte tienes de tenerlo cerca! Nosotros volveremos seguro que desde Madrid tampoco pilla tan lejos 😉
Qué fotos tan bonitas!! Nosotros cuando fuimos fue en primavera y nos llovió muchísimo. Pero aún así nos impresionó. Tenemos ganas de volver para verlo sin lluvia. Eso sí, compartimos contigo la idea de ir en otoño, debe de ser impresionante 🙂
Gracias!!!! Definitivamente, expedición para volver en otoño jejeje