Hay algunas escapadas de fin de semana desde Madrid que podrían considerarse casi obligadas: Aranjuez, Chinchón y Alcala de Henares encabezarían sin duda esa lista. Y sin embargo, personalmente, he tardado 15 años en completarla. A menos de 50 kilómetros de Madrid capital, lindando con la provincia de Toledo, se encuentra Aranjuez. Se sitúa en un área privilegiada: un valle bañado por los ríos Tajo y Jarama, con abundante agua por tanto, lo que ha favorecido su ocupación ya desde época de los romanos, así como los cultivos de frutas y hortalizas.

Entre todos los cultivos hortifrutícolas, especialmente considerados son las fresas, las alcachofas y los espárragos de Aranjuez. La popularidad de las primeras hace que se ofrezcan como degustación durante el trayecto del denominado “Tren de la Fresa”, que homenajea a su vez otro dato histórico de gran importancia para la ciudad. En 1851 la reina Isabel II inauguró la primera línea de ferrocarril en Madrid, la segunda de España, para unir la capital con el Palacio Real de Aranjuez. El turístico Tren de la Fresa sale del madrileño Museo del Ferrocarril y recrea con vagones de época cómo era este viaje (actualmente no está en funcionamiento por las restricciones por coronavirus).

Espárragos de Aranjuez, en el restaurante Casa Pablo
Espárragos de Aranjuez, en el restaurante Casa Pablo

Aranjuez fue nombrado Real Sitio de la monarquía española por Felipe II en 1560, pero en realidad cobró más importancia con la dinastía de los Borbones a partir del siglo XVIII. El primer Borbón, Felipe V, se había criado en Francia, donde se estilaban las mansiones de recreo para disfrute de la Corte francesa, y quiso trasladar esta costumbre a España, concretamente a La Granja de San Ildefonso y a Aranjuez. No solo lo logró sino que todos sus descendientes mantuvieron el aprecio por Aranjuez y la costumbre de ir con frecuencia. Allí encontraban naturaleza, abundante caza y pesca, tranquilidad, paseos en falúa por el río y los estanques, conciertos…

Aunque probablemente fueron Fernando VI y su esposa Bárbara de Braganza quienes más apostaron por ello, trasladando la Corte Real a Aranjuez durante 6 meses al año. Con ellos se levantó la prohibición, vigente hasta entonces, de pernoctar en la ciudad y con ellos también llegó la necesidad de construir una ciudad como tal para acoger a los nobles, caballeros, ministros y demás personal que rodeaba a los monarcas. Al Palacio Real, con sus extensos jardines, y a la Casa de Caballeros y Oficios, donde se alojaban los sirvientes y artesanos, se fueron sumando así nuevas edificaciones y espacios públicos, como la amplia Plaza de San Antonio.

Entrada principal al Palacio Real de Aranjuez
Entrada principal al Palacio Real de Aranjuez

El actual Aranjuez es el resultado por tanto de las decisiones estéticas y urbanísticas de los sucesivos reyes españoles, lo que le ha conferido un importante patrimonio artístico. Tanto es así que todo este conjunto, denominado oficialmente “Paisaje cultural de Aranjuez”, es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 2001.

Ya en el siglo XVI los arquitectos de Felipe II llevaron a cabo en Aranjuez una ordenación urbanística basada en las ideas de la perspectiva y la geometría, con clara influencia del Renacimiento italiano. Diseñaron por ello calles radiales que partían del Palacio, con dobles hileras de árboles cada una, en lo que puede considerarse el primer caso de ordenación racional del territorio en el oeste de Europa. Con Fernando VI se llevó a cabo la construcción de una ciudad como tal y se siguió este mismo espíritu, manteniendo la idea de los ejes radiales y sumando la edificación de viviendas en manzanas cuadradas perfectamente organizadas. El plano de Aranjuez era así admirado, estudiado y tomado como base por otros arquitectos: especialmente curioso resulta saber que sirvió de inspiración para el de la ciudad de Washington.  

Qué ver en Aranjuez

Decidimos hacer en primer lugar un tour guiado por el casco histórico y los jardines de Aranjuez con Vipealo: 2 horas a pie con explicaciones muy útiles visitando los principales puntos de interés de la ciudad. Si estás escaso de tiempo en tu visita, es una opción ideal. Si, como era nuestro caso, dispones de más días y quieres recorrer con más calma Aranjuez, te sirve como una primera toma de contacto a partir de la cual ya decidir a qué sitios dedicarles más tiempo. Sea como sea, muy recomendable.

Calle de la Reina, paralela al Jardín del Príncipe, en Aranjuez
Calle de la Reina, paralela al Jardín del Príncipe, en Aranjuez

Palacio Real

Muchos reyes y muchos arquitectos participaron en la construcción del Palacio Real de Aranjuez, que tomó dos siglos en total. A mediados del XVI Felipe II encargó a Juan Bautista de Toledo un primer proyecto junto a la ribera del Tajo. Juan Herrera culminó la capilla y Juan de Minjares, la torre y la fachada sur. Abandonadas las obras durante décadas, Felipe V las retomó a principios del XVIII: se construyó la torre norte, se completó la fachada occidental y se creó la estructura base del actual Palacio. A mediadios del XVII el Palacio sufrió un grave incendio y Fernando VI encargó su reconstrucción a Santiago Bonavía. Finalmente Francisco Sabatini amplió el edificio por orden de Carlos III, añadiendo las alas laterales a la fachada principal.

Exteriormente el Palacio se caracteriza por los colores de los materiales en que está construido: blanco, de la piedra traída del cercano Colmenar de la Oreja, y rojo, de los ladrillos. Si quieres conocer su interior, debes adquirir una entrada, por 4,50 euros, en las taquillas del Palacio o en la web de Patrimonio Nacional. La visita recorre, una a una, las infinitas salas, gabinetes, cámaras, despachos, salones… e incluso las habitaciones privadas de los reyes. Es espectacular la colección de muebles, objetos de decoración y pinturas (especialmente nos gustaron las de Luca Giordano) que hay. Todo está tal y como lo dejó Isabel II, última monarca en hacer uso de las instalaciones del Palacio. No está permitido hacer fotos, salvo en la escalera de entrada: grandiosa, con la barandilla ricamente labrada en negro y dorado, rodeada de estatuas y con una enorme lámpara de araña para aumentar la espectacularidad.

Escalera principal en el interior del Palacio Real de Aranjuez

Jardines

Los jardines de Aranjuez son tan famosos como su Palacio y se pueden (y deben) visitar de forma gratuita. Es especialmente recomendable hacerlo en primavera u otoño, cuando más bellos están por razones obvias de la naturaleza.

Jardín del Príncipe. Entre el río Tajo y la calle de la Reina se encuentra el más extenso de los jardines, con 7 kilómetros de perímetro y 150 hectáreas (más grande que el Retiro, para que te hagas una idea). De hecho en origen era un conjunto de distintos jardines y huertas que, primero Carlos III y después Carlos IV, decidieron unificar en un único espacio en el siglo XVIII. Cuenta con varios pabellones, el embarcadero real en el Tajo, un estanque y numerosas fuentes. Es además de gran riqueza botánica, con muchos árboles de distintos tipos e incluso especies exóticas traídas de Asia y América. Lástima que cuando lo visitamos gran parte estaba cerrado por efectos de la nevada del invierno.

Jardín del Parterre. Fue mandado construir por Felipe V, de estilo francés: originariamente no había ningún árbol, estaba compuesto por setos de boj que formaban dibujos imitando bordados. Hoy apenas queda nada de esto. Las fuentes se añadieron en el siglo XIX, en época de Fernando VII (la de Hércules y Anteo, la de Ceres y las de las Nereidas) y los primeros árboles fueron introducidos por Isabel II. Ubicado en la parte trasera del Palacio, la entrada a este jardín es la que permite después acceder a su vez a los jardines del Rey y de la Isla.

Fuente de Hércules en la entrada al Jardín del Parterre, Aranjuez
Fuente de Hércules en la entrada al Jardín del Parterre, Aranjuez

Jardín de la Isla. Se llama así por estar rodeado por agua: por el río Tajo, en la mayor parte de su perímetro, y por un canal artificial que lo separa del Palacio. Aunque la idea de un jardín renacentista fue de Carlos V, su hijo Felipe II es quien lo construyó. Y por si no hubiese suficiente agua, las numerosas y bellas fuentes ocupan gran parte de su espacio, la mayoría dedicadas a temas mitológicos: la fuente de Hércules matando a una Hidra, la de Apolo, la de Venus, la de Baco, la de Neptuno, la del Reloj y la del Niño de la Espina.

Jardín del Rey. Es el más antiguo, del siglo XVI, y se trata de un jardín cerrado, pequeño, de estilos renacentista y mudéjar. Se proyectó en realidad como una continuación del Palacio, pues las salas de ese lateral estaban abiertas al jardín, que estaba cercado por sus 4 lados. Hoy en día la pared frontal está derribada, que es justo por donde accedes como visitante. Felipe IV añadió en los muros una serie de esculturas de césares romanos y de sus antepasados.

Jardín de Isabel II o de la Princesita, llamado así por la estatua de Isabel II coronada de niña que lo preside. Su diseño actual no es el original, dado que fue remodelado en el siglo XX. Está al otro lado del Palacio, junto a la plaza de San Antonio.

Todos estos jardines no solo tienen un sentido estético: la botánica tuvo en Aranjuez un gran centro de experimentación y aclimatación de especies traídas de fuera de Europa. Especialmente llamativos son los árboles de enorme tamaño que se encuentran tanto en jardines como en paseos. De hecho, en Aranjuez se encuentran 28 de los ejemplares catalogados como singulares en la Comunidad de Madrid. Por ejemplo, un madroño y una palmera, ambos con más de un siglo, en el Jardín del Parterre; o el llamado Plátano Padre en el Jardín del Príncipe, un platanero de más de 250 años de edad y más de 40 metros de altura.

Casa del Labrador

Que su nombre no te engañe: este palacete en el extremo oriental del Jardín del Príncipe (a un buen paseo a pie desde el Palacio) lo mandó construir Carlos IV en el siglo XVIII y es uno de los conjuntos neoclásicos más importantes de Europa. Obra de Juan de Villanueva, su interior está lleno de lámparas cristalinas, lienzos, relojes, porcelanas, estatuas, mármoles… ¡a todo lujo! Lástima que no pudiésemos comprobarlo pues estaba cerrada permanentemente cuando visitamos Aranjuez.

Museo de falúas reales

Se encuentra dentro del Jardín del Príncipe y el acceso está incluido en la entrada al Palacio de Aranjuez. Expone una pequeña pero espectacular colección de embarcaciones que los reyes de España utilizaban para navegar por el Tajo, las falúas. Sorprende su tamaño y su rica decoración. Cuenta así mismo con pinturas de temática marina y con un importante conjunto de cañones de bronce. No está permitido hacer fotografías.

Embarcadero al río Tajo en el Jardín de la Isla, Aranjuez
Embarcadero al río Tajo en el Jardín de la Isla, Aranjuez

Casa de Caballeros y Oficios

Es una construcción enorme, adyacente al Palacio, tanto por ubicación geográfica como por uso, pues aquí se encontraban las dependencias auxiliares al mismo y necesarias para su funcionamiento: desde las cocinas hasta los talleres o los alojamientos de sirvientes. Está organizada en torno a dos patios interiores cuadrados y muy amplios: cada patio servía a un fin distinto. El de Oficios, con las cocinas, la panadería, los establos para los animales de granja, los talleres, la botica, las habitaciones de criados y oficiales menores. Y el de Caballeros, destinado a alojar al personal que venía hasta Aranjuez a tratar asuntos de la Corte de Madrid con el Rey. Se puede acceder libremente a ambos patios por las puertas en la Plaza de Parejas o en la de San Antonio.

Casa de Oficios y Caballeros en Aranjuez
Casa de Oficios y Caballeros en Aranjuez

Plaza de Parejas

Se encuentra entre un lateral del Palacio Real y la Casa de Caballeros y Oficios. No tiene nada significativo más allá de su gran tamaño, por lo que se viene usando para desfiles y fiestas desde hace siglos. Su nombre se debe al Juego de Parejas que se representaba aquí en el que 48 jinetes a caballo, en parejas, desfilaban y se entrecruzaban generando esta sensación de baile.

Plaza de San Antonio

La construyó Santiago Bonavía a mediados del XVIII, de la mano de la constitución de Aranjuez como ciudad. Esto provocó un cambio en las vías de acceso al municipio que convertía a esta plaza en la puerta de entrada al mismo. De ahí la necesidad de crear un espacio que impresionase de un primer vistazo. En el centro se colocó la fuente de Mariblanca, repleta de estatuas con simbología marina.

Plaza de San Antonio, con la fuente de Mariblanca y la iglesia de San Antonio, Aranjuez
Plaza de San Antonio, con la fuente de Mariblanca y la iglesia de San Antonio, Aranjuez

Iglesia de San Antonio

Cerrando la Plaza del mismo nombre en su lado sur está esta capilla dedicada a San Antonio de Padua. Es obra también de Bonavía: de planta circular con varias balaustradas, sigue la estética de colores del Palacio (ladrillo rojo y piedra blanca de Colmentar) y llama la antenció el enorme escudo Real, de más de 2 metros de altura. Se prologa en unas galerías laterales, unidas a la iglesia por 4 pórticos.

Desde sus orígenes Aranjuez ha estado ligado al agua y está ha sido un elemento determinante en su progreso: desde las huertas y cultivos hasta los jardines y fuentes. Y las obras hidraúlicas llevadas a cabo en torno a esta ciudad han sido muy importantes. Empezando por el Mar de Ontígola, una presa construida en el siglo XVI por orden de Felipe II, que hoy es reserva natural protegida por las aves acuáticas y las mariposas que la habitan. Una amplia red de canales y acequias, invisible en la mayoría de casos por ir bajo tierra, se encargaba de asegurar el riego y la llegada del agua donde correspondía. O de lo contrario, facilitando el desague en caso de crecidas no controladas del río. Obras de ingeniería muy avanzadas en su época.

Chimenea de agua en el Jardín de la Isla de Aranjuez: su misión era liberar presión en caso de obstrucción de las cañerías de agua
Chimenea de agua en el Jardín de la Isla: su misión era liberar presión en caso de obstrucción de las cañerías

Dónde comer en Aranjuez

  • La Felipa. En la Plaza de la Constitución, con una amplia y soleada terraza y un local muy bien decorado. Recomendamos las alcachofas y los montaditos, muy originales.
  • Casa Pablo. Mesón castellano tradicional, de los de toda la vida, de esos que sabes que vas a comer bien en cuanto entras por la puerta. Mención especial para sus camareros, que les rompimos el horario terminando de comer casi a la hora de la merienda y ni torcieron el gesto. Imperdibles los espárragos trigueros y, como curiosidad, tienen de postre “pionono”: una especie de bizcocho enrollado con relleno dulce, originiario de Granada.
  • El Rana Verde. Es probablemente el restaurante más icónico de Aranjuez. Se encuentra junto al Jardín del Príncipe, en la ribera del Tajo, con varias terrazas con vistas. Es un negocio familiar, que se creó en 1903 cuando el propio rey Alfonso XIII cedió el terreno sobre el que instalarlo al bisabuelo de los hermanos que lo gestionan a día de hoy (cuarta generación ya).
  • Para una comida o cena más informal, hay muchísimos bares y restaurantes para tapear en las céntricas y colindantes calle Postas y calle Stuart.
  • Para un café y un dulce, modo desayuno o modo merienda, el Café de Damas, con terraza junto al Palacio Real, y la Pastelería Parras, con un patio interior precioso.

Para finalizar, te dejamos el podcast de “Viajar del cuento” en que hablamos de muchos más planes para hacer en otoño en Madrid:

Viajera, internetera, cinéfila, inquieta, 2.0

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