Érase una vez una ciudad de calles empedradas, fachadas coloridas, palacios e iglesias con chapiteles, cerveza de miel y habitantes rubios, altos y de piel clarísima. Érase una vez una ciudad blanca por la nieve en invierno, bañada por el negro mar Bálitco y con sol omnipresente en verano. Érase una vez Tallín.
Habíamos leído y oído que la capital estonia era una de las ciudades más bonitas de Europa y, aún llegando con tan altas expectativas, no tuvimos más remedio que suscribirlas. Es verdad que el encanto se rompió un poco cuando pasamos nuestra primera mañana entre hordas de turistas que llegaban de los numerosos cruceros arribados a su puerto. Consecuencias de viajar en julio: una invasión en toda regla. Menos mal que las tardes eran mucho más tranquilas y la ciudad quedaba prácticamente para nosotros. Porque Tallín invita a pasear con calma, a callejear sin meta fija, a charlar aquí y allá sin seguir un rumbo establecido… Un poco como cuando vagas por un pequeño pueblo donde el tiempo pasa sin prisa.
Llegar hasta Estonia desde España es misión para valientes caballeros. Sólo hay vuelos directos desde Cataluña y desde Canarias. Nosotros que partimos de Madrid tuvimos que coger 2 aviones y el precio no fue barato precisamente. Fuimos con Lufthansa vía Frankfurt, aunque hay muchas más opciones: parando en Milán, en Amsterdam… Otra alternativa es volar a Helsinki, a donde sí hay vuelo directo desde Madrid, y desde allí coger el ferry a Tallín. Sea como sea, será un pelín costoso llegar, tanto en dinero como en horas.
Su aeropuerto es uno de los más divertidos donde hemos parado nunca: hay originales áreas de descanso a cada paso, instalaciones para entretener a los niños, asientos comodísimos, está todo pintado con alegres colores… Merece la pena darse un paseo por sus instalaciones.
Por último, desde el aeropuerto hay varios autobuses que van al centro: dependiendo de dónde te alojes, podrás optar por uno u otro. Google Maps trazó nuestra ruta y nos indicó qué bus tomar sin problema.
Nuestro castillo en Tallin no era tal, pero tampoco era un hotel ni un piso cualquiera. A cuatro pasos de la plaza del Ayuntamiento alquilamos una bonita casa por Airbnb. Espaciosa, con paredes de ladrillo visto, tranquila, decorada a todo lujo y sobre todo, con una estupenda sauna para nosotros solos.
El recorrido por la “Ciudad Vieja” de Tallín, llamada Vanalinn y Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, incluye calles con nombres tan especiales como Pierna Larga y Pierna Corta, murallas medievales, un Ayuntamiento que ya no lo es pero tiene dragones en su fachada o iglesias con puntiagudos chapiteles. ¿De verdad no te crees que estás en un cuento?
La Plaza del Ayuntamiento es el centro del casco histórico: en verano está plagado de terrazas de los numerosísimos bares de la plaza y en invierno acoge el mercado navideño. Sus edificios de fachadas de colores son una maravilla para fotografiar, siendo el principal, como no, el Ayuntamiento (Raekoda): ya no ejerce como tal, sino que alberga un museo, una cafetería y eventos varios que se celebran habitualmente. Es posible subir a su torre (2 euros) desde donde disfrutar de las vistas del centro después de ascender 250 estrechos peldaños.
El Ayuntamiento es a día de hoy un museo y centro de eventos oficiales: se puede subir a su torre y en sus arcos hay varios restaurantes
Las murallas de la Ciudad Vieja, construidas entre los siglos XIII y XVI, tenían una extensión de 2,4 kilómetros y 46 torreones de vigilancia. A día de hoy se mantienen 1,9 kilómetros y 20 torres, por lo que hablamos de un altísimo nivel de conservación. Se puede recorrer un tramo (en la calle Suur-Kloostri) y visitar varios torreones.
La torre más conocida es la de Margarita la Gorda, de 20 metros de alto y 25 de diámetro (más ancha que alta) y situada junto a una de las entradas a Vanalinn, concretamente la más cercana al puerto y por tanto por donde acceden los grupos de turistas de los cruceros. Actualmente alberga el Museo Marítimo y marca el inicio de la calle Pikk, o de la Pierna Larga, que atraviesa todo el centro histórico y donde hay varios edificios destacables.
Al inicio de otra calle, la de Viru, eminentemente comercial, se encuentran dos estilizadas torres con chapiteles. Junto a ellas, un importante tramo de muralla bien conservada, con puestos de artesanía a sus pies y que marca la separación con la ciudad moderna que se extiende al otro lado.
Por último, en el acceso a la colina de Toompea desde la calle Pikk podrás ver otra gran parte de la muralla en perfecto estado de conservación, con varios torreones y pasillos de madera. En uno de ellos está situado un popular café y su terraza.
Uno de los tramos de la muralla medieval de Tallín mejor conservado está en el acceso desde la Ciudad Vieja a la colina de Toompea
Y si la entrada a Toompea es el final de la calle Pikk y la torre de Margarita la gorda es su inicio, el recorrido por Pierna Larga también deja otras cuantas construcciones a tener en cuenta. Las tres hermanas es una de ellas y la primera que ves si entras por la puerta de Margarita. Actualmente es un lujoso hotel, pero en su día estas tres casas contiguas fueron construidas por un rico mercader local para sus 3 hijas (y para atraer a posibles pretendientes). Avanzando por la calle Pikk se llega a la Iglesia de San Olaf , construida en el siglo XII y que fue en época medieval el edificio más alto de Europa, gracias a su torre de 124 metros.
Una vez vista la “ciudad baja”, toca pasar a la “ciudad alta” situada en la colina de Toompea. Su origen recuerda el pasado de Estonia bajo dominación danesa pues la corona de Dinamarca construyó aquí un castillo, aún en pie en parte, desde el que controlaba Tallín. Hoy en día se mantiene el paralelismo pues aquí se sitúan el Parlamento y el Gobierno estonios. Como ya hemos mencionado, para acceder a Toompea puedes hacerlo atravesando las murallas al final de la calle Pikk o desde la pequeña calle Lühike (de la Pierna Corta).
El edificio más llamativo de esta zona es la ortodoxa catedral de Alejandro Nevski con sus grandes cúpulas negras. Fue construida por el arquitecto oficial de la Iglesia Rusa en torno a 1.900 y sigue el estilo de otras iglesias ortodoxas que se construyeron en la época en ciudades tan dispares como Buenos Aires, Florencia o Viena.
Pero si hay un motivo fundamental para subir a Toompea es disfrutar de las vistas de Tallín desde sus miradores. En Patkuli puedes observar perfectamente las murallas, la iglesia de San Olaf e incluso el puerto a lo lejos. En Kohtu tendrás la mejor vista de los tejados y fachadas de colores de la ciudad baja. Ambos miradores están situados uno junto a otro y son fáciles de encontrar y acceder (como casi todo en Tallín, por otro lado).
Dese los miradores en Toompea tendrás las mejores vistas de las murallas y la ciudad baja (¡y gratis!)
La mayoría de establecimientos cuentan con menús, bebidas y decoraciones de corte medieval. ¡Así es fácil seguir manteniendo la ilusión de que estás en medio de un cuento!
Olde Hansa. Es el restaurante más turístico y popular de Tallín, adjetivos que generalmente convierten a un establecimiento en poco apetecible, pero en este caso no es así. Decorado al estilo medieval, iluminado con velas y con camareros ataviados con trajes también de la época, está en un lateral de la Plaza del Ayuntamiento (imperdible). Tienes que probar su cerveza negra con miel y cerveza rubia con canela.
El restaurante medieval Olde Hansa es parada obligatoria, igual que probar sus cervezas con miel o canela
III Draakon. En los arcos del antiguo Ayuntamiento se encuentra este (otro) restaurante de estilo y decoración medieval, cuyas especialidades son la sopa de alce y las empanadas (de pollo, de zanahoria, de carne de alce, etc). Para acompañar la sopa puedes además coger con libertad enormes pepinillos de un gran barril (no es broma). Todo por un módico precio y regado con jarras de cerveza.
El restaurante medieval II Draakon, en los bajos del Ayuntamiento, es parada obligada para probar sus empanadas
Hell Hunt. Una extensa lista de cervezas y sidras de diferentes sabores es la carta de presentación de este bar, más similar a un pub que a un restaurante. También cuenta con platos de comida, desde los más típicos del país hasta los de corte más internacional. Es un establecimiento muy amplio y su decoración llama la atención: no faltan los símbolos medievales, como en los anteriores, pero también hay otras cosas locas como puertas colocadas en el techo.
Como apunte importante, en todos los bares y restaurantes de Tallín encontrarás wifi gratuito, es casi una obligación local (como la tapa en España con tu bebida, para entendernos). Así que no te preocupes por encontrar conexión a Internet, que en eso no estarás como en la Edad Media.
Viajera, internetera, cinéfila, inquieta, 2.0
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One Comment on “48 horas (de cuento) en Tallín”