Puede que esta pequeña isla en el Mediterráneo, a dos pasos de Sicilia, no te llame mucho la atención. Puede que la asocies simplemente a estudiantes de inglés de veraneo y fiesta. Puede que no te plantees viajar allí. Así fue para nosotros durante muchos años. Llegamos a Malta buscando un destino cercano, cómodo, accesible con vuelos baratos, con playas y con buen tiempo en otoño. Y aún cumpliendo todos estos requisitos, no teníamos demasiadas esperanzas. Sin embargo, Malta nos conquistó. No tanto por su costa, lo más popular del país, como por sus ciudades históricas y sus pueblos tranquilos. Allí pasamos 6 días que nos dieron para recorrer bastante, aunque no todo lo que nos hubiese gustado, y que te contamos aquí.
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Para empezar, Malta no es una isla, sino un pequeño archipiélago que conforman 3 islas: la propia Malta, que es la más grande, Gozo y Comino. Y visitar las tres es justo y necesario, pues cada una tiene sus encantos.
Para continuar, la ubicación estratégica de Malta en el mar Mediterráneo la ha convertido desde siempre en parada de rutas que unían Europa, África y Oriente Medio. A lo largo de sus más de 7.000 años de historia, Malta ha sido influenciada por fenicios, romanos, árabes, normandos, franceses y británicos.
Aunque probablemente sus visitantes más trascendentales hayan sido los Caballeros de la Orden de Malta (también conocidos como Caballeros Hospitalarios o de San Juan). El rey español Carlos V les cedió las islas de Malta en el siglo XVI. Hasta su expulsión por Napoleón, durante 250 años, estos caballeros aportaron al país importantes construcciones y dieron forma a multitud de ciudades y pueblos tal y como han llegado hasta nuestros días.
No obstante, puede decirse que todos los que pasaron por Malta dejaron su huella, visible en la arquitectura, en las tradiciones e incluso en la gastronomía. Sorprende por ejemplo descubrir que el maltés tiene más de árabe que de inglés, aunque se escriba con alfabeto latino, y que los nombres de las calles recuerdan más a Marrakech que a Londres.

Con un pasado así no es de extrañar que encontremos en Maltas templos megalíticos en pie desde hace milenios, construcciones romanas, ciudades fortificadas medievales e importantes muestras de arte barroco. Y a esto hay que sumar sus bonitas playas bañadas por el Mediterráneo, un clima agradable la mayor parte del año. ¿Ya te hemos convencido?
Otro motivo para acercarse a Malta es que está literalmente a dos pasos de Sicilia, con lo que es muy buena idea hacer un viaje conjunto por ambas islas, como fue nuestro caso. En apenas 50 minutos volamos de Catania al aeropuerto internacional de Malta a muy buen precio. También hay conexión por ferry, entre Pozzalo, en el sur de Sicilia, y La Valeta, con Virtu Ferries: el trayecto lleva 1 hora y 45 minutos y puedes cruzar con coche.
A pesar de que lo más recomendable para conocer a fondo un país suele ser ir moviéndose y durmiendo en distintos lugares durante el viaje, nosotros nos quedamos las 6 noches en el mismo alojamiento. Procuramos hacerlo siempre así desde que viajamos con bebé para comodidad de nuestra hija, aún a costa de reducir nuestro radio de exploración del destino. Otro impepinable es alojarnos en apartamentos: tener más espacio y disponer de cocina nos es fundamental, dado que desayunos y cenas no solemos hacerlos fuera. En este caso se sumaba como requisito imprescindible tener piscina para sobrellevar los días de calor que, aún en octubre, los hay en Malta.

El elegido fue Apartahotel Adagio Malta Central, en Msida, que está entre Sliema y La Valeta, más cerca de la primera. Es una ubicación tranquila, alejada de todo bullicio. La relación calidad precio es su mayor fuerte, sumado a que cuenta con los servicios de un hotel pero la amplitud e instalaciones de un apartamento. El nuestro era bastante grande y cómodo, sin lavadora, aunque el hotel tiene servicio de lavandería. No dispone de parking pero hay aparcamiento gratuito en los alrededores. Y cuenta con muy buenas conexiones por bus con La Valeta y otros puntos de la isla. También puedes bajar andando al puerto de Sliema y desde allí salen múltiples ferries a La Valeta y otros puntos de la isla. El restaurante Bistro 77 en la planta baja del apartahotel es buenísimo: algo caro, pero de gran calidad. Y justo en frente hay un pub con platos bastante decentes.
Como siempre alquilamos coche y así nos movimos para llegar a la mayoría de puntos del itinerario, lo cual fue bastante cómodo. Lo reservamos antes del viaje, online, a través de rentalcars.com. En esta ocasión con la agencia Green Motion, que nos parecieron de lo más profesional. Lo recogimos y devolvimos en el aeropuerto de La Valeta. En nuestro caso, reservar previamente es importante porque necesitamos también alquilar la silla infantil para el coche.
No obstante conducir en Malta tiene sus inconvenientes. El principal es que se conduce por la izquierda, lo cual siempre supone cierta dificultad. Además el aparcamiento es complicado en los principales focos turísticos. Y eso que viajamos en otoño, no queremos imaginar en verano…
Por ello un par de días prescindimos totalmente del coche. El primero, para recorrer La Valeta. Cogimos autobús público junto al alojamiento sin problema. Volver desde el centro de la capital fue más complicado. Nos explicaron que los buses suelen pasar con retraso y no te puedes fiar de los horarios. El segundo, cuando fuimos a la isla de Comino, que tomamos una excursión en barco en el puerto de Sliema, al que llegamos caminando en media hora desde el apartamento.

A la isla de Gozo fuimos en ferry, pero con el coche. Por ello solo podíamos salir desde el puerto de Čirkewwa, en el extremo norte de Malta, y con la compañía Gozo Channel (15,70 € coche y conductor, 4,65 € por pasajero adicional). Para desplazarse a Gozo por libre sin coche existen más opciones con distintas empresas desde más puertos en la isla. O también es posible contratar una excursión guiada para mayor comodidad.
Si no quieres alquilar coche y piensas moverte principalmente en transporte público, la compañía maltesa ofrece tarjetas descuento como Explora Flex. Otra alternativa habitual es coger Uber: según nos explicaron, funcionan muy bien y los precios son asequibles. Y si prefieres despreocuparte de temas lógisticos en general, hay muchísimas agencias turísticas con ofertas de tours para conocer los principales lugares de Malta.
Parece lógico empezar cualquier viaje en Malta por su capital, La Valeta, que es además Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Fundada en 1566 por los ya mencionados Caballeros de la Orden de Malta, el centro amurallado de la ciudad es eminentemente barroco y sorprendentemente bonito. Es una gozada pasear por sus calles estrechas, salpicadas de casas bajas de piedra, con balcones cerrados de madera de distintos colores, que tienen incluso nombre propio, gallarija, y son característicos de la arquitectura maltesa.
En este artículo te contamos en detalle qué ver un día en La Valeta, pero te avanzamos que cualquier recorrido suele arrancar en Valleta City Gate, la puerta principal de acceso a la ciudad antigua. Fue en realidad diseñada en el siglo XX con un estilo moderno pero perfectamente integrado con las impresionantes y bien conservadas murallas de los siglos XVI a XVIII que rodean el centro histórico.
El primer monumento que encuentras tras atravesar esa puerta es Pjazza Teatru Rjal, la Ópera Real, un teatro al aire libre construido en el siglo XIX que fue destruido en parte durante la Segunda Guerra Mundial. Los restos en pie hoy forman un conjunto muy atractivo y está en funcionamiento, acogiendo importantes festivales y eventos.
Detrás del teatro se encuentra un edificio que da prueba del paso por Malta de los caballeros españoles y portugueses de la Orden de San Juan: el Albergue de Castilla. Actualmente aquí está la oficina del Primer Ministro.
Y justo frente a la Ópera está el Palacio Ferreria, del siglo XIX y estilo italiano. Es el segundo más grande de La Valeta tras el del Gran Maestre. Llaman la atención sus ventanas y balcones de madera de color verde.

Adentrándote en el centro histórico llegas a la ConCatedral de San Juan, la principal construcción del barroco maltés. Fue erigida por los Caballeros de Malta en el siglo XVI y su austera fachada contrasta con su interior, donde puedes ver dos importantes obras de Caravaggio. La entrada cuesta 15 € y el horario es de 9 a 16:15. Suele haber largas colas para entrar así que mejor inténtalo a primera hora.
Cerca está la bonita Plaza de la República, con el edificio de la Biblioteca Nacional, una llamativa estatua de la Reina Victoria y la terraza del Café Cordina, uno de las cafeterías históricas y más populares de La Valeta.
Y de plaza en plaza, porque nada más salir de la de República llegas a la de San Jorge, muchísimo más amplia y donde se sitúa la entrada al Palacio del Gran Maestre. Del siglo XVI, fue construido por orden de Jean Parisot de La Valette, el fundador de La Valeta, como residencia oficial para la Orden de los Caballeros de Malta. Actualmente aquí se encuentran la sede del Parlamento maltés y de la oficina de Presidencia. Se puede visitar su interior con la Sala del Trono, la Sala de Tapices y la Armería, por 12 €.
Aunque hay muchas iglesias en La Valeta, la más icónica por lo visible de su gran cúpula es la Basílica de Nuestra Señora del Monte Carmelo. A pesar de que originariamente se edificó en el siglo XVI fue destruida durante la II Guerra Mundial y reconstruida despues. Su bóveda de 42 metros la convierte en el edificio más alto de La Valeta y está en cualquier fotografía de la capital maltesa. Se puede entrar gratis a su interior.
En pleno centro se encuentra el Mercado Is-Suq Tal-Belt. Ocupa un edificio original del sigo XIX, rediseñado con mucho gusto. Sin embargo hay más puestos de comida asiática que local, no era lo que íbamos buscando. Si no eres de probar la gastronomía del país, sí resulta una buena alternativa.
Los Jardines Superiores de Barrakka, del siglo XVIII, merecen una visita por dos motivos: un cañón ceremonial que disparan al mediodia y una panorámica maravillosa del Gran Puerto de La Valeta y Las Tres Ciudades.
En el extremo norte de La Valeta está el Fuerte de San Telmo, construido por los Caballeros de la Orden de Malta en el siglo XVI. Es todo un símbolo de resistencia que contuvo los ataques de otomanos durante el Gran Sitio de Malta en 1565 y los bombardeos de la II Guerra Mundial. Actualmente es la sede de la academia de la policía maltesa y del Museo de la Guerra.
Sin duda lo que más nos gustó de La Valeta, no obstante, fue recorrer sus bonitas y coloridas calles, con esos balcones típicos llamados gallarija. Por mencionar algunas: Melita Street, decorada con paraguas y otros adornos; Republic Street, arteria principal llena de tiendas y cafeterías; Saint Lucia Steps, una encantadora callecita con escalinatas; u Old Bakery Street.
Las Tres Ciudades fortificadas están situadas justo frente a La Valeta y sus nombres son Vittoriosa, Senglea y Cospicua. Fueron fundadas por los Caballeros de la Orden de Malta y jugaron un papel crucial durante el ya mencionado Gran Sitio de 1565, cuando caballeros y población resistieron en clara minoría el asedio de ejército otomano. Visitarlas es imprescindible si estás en La Valeta y así de sencillo.
En los mencionados jardines de Barrakka hay un ascensor para bajar al puerto de Lascaris por 1 euro. Desde este puerto sale el ferry hacia las Tres Ciudades. El billete cuesta 3,80 € ida y vuelta y en apenas 15 minutos llega al puerto de Vittoriosa. También hay taxis acuáticos individuales, como mini góndolas, que salen a demanda, por 3 euros por persona y trayecto. Obviamente, yendo con carrito y bebé, estaban fuera de la ecuación para nosotros.

Las calles de Vittoriosa nos parecieron las más bonitas, sobre todo las ubicadas detrás del Palacio del Inquisidor, edificio más destacadado de la ciudad. Y en el extremo final llegando al mar está el Fuerte de San Ángel, antiguo cuartel general de los Caballeros de la Orden de Malta.
En Senglea la visita imprescindible son los Jardines de Gardjolas, situados justo en la punta norte, con grandes vistas panorámicas del puerto y La Valeta.
Las principales construcciones en Cospicua son la Iglesia de la Inmaculada Concepción y la Puerta de Santa Helena, vestigios de su historia como ciudad amurallada.

Fue un primer día muy intenso y habría sido mejor disponer de otra jornada para recorrer más a fondo los sitios que visitamos y dedicar más tiempo tanto a La Valeta como a las Tres Ciudades. Ni siquiera paramos a comer, aunque nos abestecimos de pastizzi (empanadillas típicas maltesas) y comida para llevar en uno de los muchos establecimientos de la cadena local Sphinx.
Aproximadamente a media hora en coche desde La Valeta, en la costa sur de Malta, se encuentran unas cuevas marinas denominadas Blue Grotto. Las puedes ver desde un mirador muy grande sobre ellas, accesible desde la carretera, o en un paseo en barco partiendo del cercano puerto Wied-iz-Zurrieq. Cuando les da el sol directamente, el azul del mar es muy bonito. Cerca está la Torre Xutu, una torre de vigilancia del siglo XVII, desde donde hay también buenas vistas, y rodeada de bares y tiendas donde parar a tomar algo.

También en la costa sur están los acantilados de Dingli, el punto más alto de Malta, una isla bastante llana. Desde tierra hay algún mirador pero es difícil de apreciar bien, probablemente sean mucho más impresionantes de ver desde un paseo en barco.
En el interior, en lo alto de una colina desde la que se divisa la costa, se encuentra Mdina, conocida como “la ciudad del silencio”. Esta ciudad fortificada medieval no hace honor a ese sobre nombre durante las horas centrales del día porque tiene muchísimo turismo. Aún así, es un imprescindible de Malta, así que intenta ir a primera hora de la mañana o después de comer, cuando los tours en grupo ya se han ido.
Con más de 4.000 años de historia, fue fundada por los fenicios en el 700 A.C. y siglos después ocupada por los normandos. En ella se situó la capital de Malta y hoy es uno de los lugares más visitados de la isla por su belleza, avalada además con el título de Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Por ello es una maravilla pasear por sus calles empedradas, subirse a la muralla para disfrutar de las vistas o admirar la impresionante arquitectura barroca de la catedral de San Pablo y de los numerosos palacios e iglesias.
Y si vas a Mdina es obligatorio conocer Rabat, su ciudad hermana, a la que llegas a pie simplemente saliendo de las murallas de Mdina y cruzando un par de calles. Es mucho más pequeña y no tan impresionante, pero igualmente bonita. Probablemente si las visitas en orden inverso, aprecies más Rabat. Lo más destacable son las Catacumbas de San Pablo, unas galerías subterráneas que datan de la época romana.
Si te entra hambre te recomendamos L’Isle Adam Band Club, en Rabat: un antiguo palacio, enorme, con un precioso y tranquilo patio exterior. Todo lo que comimos estaba buenísimo, especialmente el conejo, que es plato tradicional maltés. Bola extra si viajas con bebé: justo junto a la puerta Mdina hay un parque infantil amplio y muy completo con muchísimos columpios.
Dedicamos la tercera jornada del viaje a Comino, una isla pequeña, prácticamente deshabitada, que debe su nombre a la planta de comino que crece allí. Durante siglos, la isla fue un refugio de piratas y corsarios. Hoy es famosa por la Laguna Azul, una bahía de aguas turquesas cristalinas, perfectas para nadar y hacer snorkel. Puedes llegar con un tour en barco desde Malta, muchos de los cuales incluyen tiempo para pasear por la isla.

Pese a lo supuestamente idílico del lugar, no nos gustó por lo masificadísimo que está. Recibe demasiados barcos y visitantes para lo pequeña que es. Resulta especialmente incómodo si vas con niños porque no hay literalmente sitio donde poner una toalla, tienes que sentarte directamente sobre las rocas. Que el agua tiene un color increíble y la isla es bonita es incuestionable. Pero visitarla así no merece la pena, desde nuestro punto de vista. Nos gustó más el viaje en barco en sí desde La Valeta hasta la Laguna Azul y las dos paradas que hicimos en los trayectos de ida y vuelta: primero en otra bahía de Comino, más tranquila, bañándonos desde el barco, y luego recorriendo varias cuevas marinas de la costa.

La tercera isla de Malta, Gozo, nos quitó el mal sabor de boca de Comino. Nos desplazamos hasta ella en coche, primero durante 50 minutos desde La Valeta hasta el puerto de Čirkewwa. Después, en el ferry de Gozo Channel (15,70 € coche y conductor, 4,65 € por pasajero adicional) en un trayecto de apenas 15 minutos.
Gozo es la segunda isla más grande del archipiélago maltés y, a diferencia de Comino, hay mucho que ver en ella y es mucho más tranquila. De hecho, si no hubiésemos viajado con bebé, habríamos pasado al menos una noche allí para recorrerla mejor porque nos quedamos con ganas de más y todo lo que vimos nos gustó mucho. Aunque tenemos un post específico sobre qué hacer un día en Gozo, aquí te dejamos los titulares:

En la costa norte, a 40 minutos en coche de La Valeta, está Popeye Village, un parque temático peculiar. Se construyó como set de la película “Popeye” en 1980 y, pese al escaso éxito del filme, se mantuvo tal cual y se reconvirtió en parque de atracciones con actividades y espectáculos para niños. Lo cierto es que el paraje donde se ubica es muy bonito. Si quieres comprobarlo pero no quieres acceder al parque en sí, en un lateral junto a la entrada hay un perfecto mirador desde el que se visualiza todo el recinto.
Nuestra siguiente parada fue Golden Bay, una de las mejores playas de Malta, especialmente para familias, por su arena dorada y aguas tranquilas. Nuestra hija da fé de ello. Hay un chiringuito a pie de arena con comida para llevar más que aceptable. Allí probamos el bocadillo de atún más típico de Malta, el “ftira”.
Por la tarde, de vuelta en la zona del apartahotel donde nos alojamos, dimos un tranquilo paseo por el puerto de Sliema, con bonitas vistas a La Valeta. Cogimos cena para llevar a base de pescado y marisco en The Seafood Market Grill by Adam, muy recomendable y también se puede comer en el local.
Curiosamente dejamos para el final del viaje algunos de los lugares que más nos gustaron de Malta. También por una cuestión de logística: eran los más próximos al aeropuerto, ya que ese día cogíamos el vuelo de vuelta a España.
La Piscina natural de San Pedro, en la costa sur, es un paraje bellísimo, tanto por el color del mar, de un turquesa brillante increíble, como por la piedra blanca que conforma el litorial y con la que contrasta. Nos recordó muchísimo a la playa de Skariniko en la isla griega de Milos. En realidad toda la bahía Delimara, donde se sitúa San Pedro, es así y merece la pena darse un paseo por los alrededores y alucinar con los paisajes lunares de esta costa. Eso sí: no son de fácil acceso, pues las carreteras para llegar no son las mejores, apenas hay espacio para aparcar, y una vez allí no hay servicios y todas las playas son de roca. Por ello nos habría gustado tomar alguno de los paseos en barco que salen de pueblos cercanos, como Marsaxlokk.

Marsaxlokk fue precisamente nuestra siguiente parada. Es un pequeño pueblo pesquero muy agradable. Las luzzus (barcas tradicionales pintadas de colores) adornan el puerto junto con los puestos del mercado y las múltiples terrazas de restaurantes.

Por último, estuvimos en Playmobil Fun Park, un parque temático que cuenta con áreas de juegos, interiores y exteriores, y una cafetería con una oferta culinaria bastante decente. Malta alberga la segunda fábrica más grande de Playmobil en el mundo y por eso este parque está aquí. Al entrar dan a cada niño un cubo con muñequitos de Playmobil y con ellos pueden jugar en todas las áreas del recinto. La entrada cuesta 5 euros por niño y 3 euros por adulto.
La cocina maltesa refleja ese paso de distintas culturas por la isla que ha marcado de distintas formas al país. Por ello tiene puntos en común con varias gastronomías mediterráneas como la italiana o la árabe. Los principales platos son:

Y después de todo esto, ¿aún crees que Malta no es para ti? ¿O ya estás buscando billetes? Si es el caso, te dejamos un mapa con las ubicaciones de todos los lugares mencionados en este artículo.