Visitamos Burdeos en 2015, año en que fue nombrada Mejor Destino Europeo. Por entonces la elección era para nosotros un poco sorprendente, porque no era una ciudad especialmente popular ni un destino frecuente en el conjunto de Europa… Desde luego nosotros fuimos con el objetivo de recorrer los viñedos y chateaux de la zona y no por ver la ciudad en sí, ¡pero he aquí la sorpresa! Burdeos es mucho más que vino (que también) y el sobrenombre de “pequeña París no es casualidad.

Tampoco es casualidad que en 2007 la UNESCO nombrase Patrimonio de la Humanidad una parte amplia de la ciudad y que hasta 350 edificios estén declarados como monumentos históricos. Con todos estos títulos, por tanto, hay mucho que ver, pero de paseo en paseo se puede visitar todo perfectamente.

Nosotros empezamos el recorrido por la Oficina de Turismo (muy prácticos) para conseguir mapas e información. Desayunamos en un café cercano, La belle époque: posiblemente la mejor tortilla francesa que hemos probado en nuestra vida, eso sí, también la pagamos como tal. Con las pilas cargadas, empezamos el recorrido por lo más cercano, el Gran Teatro: un edificio imponente, de estilo neoclásico (parece más un templo griego con sus columnas y pórtico) y considerado como el Teatro más importante de toda Francia.

Tras un paseo, llegamos a la Catedral de San Andrés, originariamente construida en el siglo XI no conserva de esta época salvo los muros interiores de la nave principal, siendo reconstruida en los siglos XII y XVI y tomando por tanto estilo gótico en su aspecto exterior. La entrada era libre así que pudimos disfrutarla por dentro y por fuera. Y justo a su lado se encuentra el Palacio Rohan, construido en el siglo XVIII como palacio epicospal y hoy sede del Ayuntamiento: otra de esas construcciones neoclásicas enormes, con un gran patio y una gran entrada (su puerta azul añil es de lo más llamativa). Entre Catedral y Ayuntamiento está la Plaza Pey Berland en la que, cuando fuimos, había una exposición exterior de fotografías antiguas instaladas en unos cubos repartidos por la plaza.

Palacio Rohan, sede del Ayuntamiento de Burdeos

Palacio Rohan, sede del Ayuntamiento de Burdeos

Parada rápida para comer en un asiático local cercano, Santosha, y nos adentramos de lleno en el barrio de Saint Pierre, el casco histórico de Burdeos y, como tal, plagado de callejuelas empedradas, plazas a cada paso, edificios pintorescos y montones de bares, cafés y restaurantes. ¡Recorrerlo es un placer! Salimos por la que fuese su entrada histórica: la puerta Cailhau. Formaba parte de las murallas medievales de la ciudad, que fueron derribadas en el siglo XVIII para abrir la ciudad al río Garona. ¡Menos mal que mantuvieron esta puerta! Una auténtica preciosidad, como sacada de un cuento.

Puerta Cailhau en Burdeos

Puerta Cailhau en Burdeos

Llegamos al río por tanto, justo frente al Puente de Piedra: construido por orden de Napoleón, requirió de ingeniería compleja para levantarlo debido a la fuerte corriente del Garona y se compone de 17 arcos (uno por cada letra de “Napoleón Bonaparte”). Paseando en paralelo al río llegamos a la Plaza de la Bolsa: más que arquitectónicamente, destaca por su simbolismo, pues su construcción en el siglo XVIII fue el emblema del Burdeos moderno que dejaba atrás su pasado medieval (también con el derribo de las murallas).

Plaza de la Bolsa en Burdeos

Plaza de la Bolsa en Burdeos

Y frente a esta plaza, una turistada de ésas que nos encantan: el espejo de agua. Viene a ser un gigantesco estanque de agua, pero de sólo 2 cm de de altura, sobre una placa de granito, lo que provoca el efecto visual de que, al pasar por él, parece que “caminas sobre las aguas”. Además, alterna efectos de niebla y agua, con lo que puedes pasar un rato de lo más entretenido simplemente observándolo o refrescándote en él. Una gozada para los niños (y los no tan niños).

"Caminando sobre las aguas" en el espejo de agua frente a la Plaza de la Bolsa

“Caminando sobre las aguas” en el espejo de agua frente a la Plaza de la Bolsa

Siguiendo en paralelo al Garona y, cerrando el círculo respecto al punto inicial del recorrido, llegamos a la Explanada de Quinconces. Es una de las plazas más grandes de Europa, de forma rectangular alargada y redondeada en su extremo más alejado del río, toma su nombre de la distrubición geométrica de los árboles que la adornan, llamada quincunce. Lo más destacado de este espacio es el Monumento a los Girondinos, en memoria de los que cayeron durante la dictadura del Terror en la Revolución Francesa.

Para despedirnos, spritz y un plato de pasta italiana en Fuxia (un restaurante – tienda con cientos de botellas de vino). Aunque si tienes tiempo y hambre, un tour gastronómico por la ciudad puede ser un planazo.

Éste fue nuestro itinerario de un día para conocer esta ciudad, no pudimos dedicarle más tiempo porque nos esperaban los chateaux y viñedos de la zona, definitivamente otro de los placeres a disfrutar si visitas Burdeos. Y no pudimos visitar su famosa Cité du Vin, un espacio dedicado al mundo del vino en un moderno y espectacular edificio, porque por entonces ni existía, pero ahora es uno de sus grandes atractivos turísticos. ¿Motivo para volver? ¡Vaya que sí!

Viajera, internetera, cinéfila, inquieta, 2.0

4 Comment on “Descubriendo Burdeos

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