El hayedo más al sur de Europa, junto al muy cercano de Pedrosa en Riaza, Segovia, y al célebre de Montejo en Madrid. Una rareza porque los hayedos suelen formarse en montañas húmedas más al norte (como el de Otzarreta en Euskadi que ya visitamos). Pero Tejera Negra se formó en el centro peninsular cuando el clima era más frío y húmedo en esta zona de lo que es actualmente y se ha conservado hasta nuestros días gracias a estar en un área con más agua y umbrías. Forma parte además del conjunto de hayedos de España y Europa que fueron nombrados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Se encuentra al noroeste de la provincia de Guadalajara, limítrofe con la de Segovia, concretamente en el municipio de Cantalojas, que forma parte de los denominados “Pueblos de Arquitectura Negra”. El hayedo pertenece al Parque Natural de la Sierra Norte de Guadalajara, regado por los ríos Lillas y Zarzas, y cuenta con 400 hectáreas de hayas.
El bosque fue talado en el pasado (1860 y 1960), por lo que la mayoría de hayas son jóvenes, procedentes del rebrote de los árboles cortados. No obstante, algunos de los originales sobrevivieron y en ciertas zonas puedes ver hayas de más de 300 años.
Además de hayas también crecen robles, pinos, tejos, acebos y abedules. Y en otoño puedes encontrar setas, como el apreciado Boletus Edulis. En cuanto a fauna, si tienes suerte, puedes avistar águilas reales, corzos, zorros o jabalíes.
La mejor época para visitar el hayedo de Tejera Negra es, sin duda, el otoño, cuando las hojas se tiñen de amarillo, rojizo y marrón. También es cuando más visitantes tiene, claro. El momento álgido suele ser en octubre. Si el verano ha sido seco se puede adelantar a septiembre. Generalmente a partir de noviembre las hojas ya caen al suelo. Aunque nosotros lo visitamos un 28 de octubre y aún no estaba del todo con los colores otoñales (al final depende de la meteorología de cada año). En invierno es frecuente que nieve, con lo que la visita se complica más.
Existen dos rutas de senderismo para conocer este hayedo. La “Senda del Robledal” parte del Centro de Interpretación, tiene una longitud de 17 kilómetros que tardas unas 7 horas en recorrer y se puede acceder a ella libremente, no es necesario realizar reserva.
La “Senda de Carretas”, mucho más corta y asequible, supone solo 6 kilómetros, unas 3 horas de caminata con paradas para fotos (las necesitarás). Inicias esta ruta desde el aparcamiento del hayedo, para el que en otoño es obligatoria la reserva online previa con el pago de 4,86 euros (precio para un turismo). La reserva es válida desde las 10 hasta las 13 horas de la fecha que selecciones.
Hay una tercera ruta pero por su longitud, más de 20 kilómetros, es más apta para recorrer en bici: la Ruta del Río Zarzas parte también del Centro de Interpretación pero se adentra en áreas más remotas del hayedo y permite ver algunas de las hayas de mayor tamaño.
Nosotros hicimos la “Senda de Carretas” desde el parking. Los festivos y fines de semana se llena antes, obviamente, con lo que debes reservar con mucha antelación. En nuestro caso fuimos un viernes con lo que no necesitamos tanta previsión y encontramos además menos gente de lo esperado.
Es un recorrido circular de 6 kilómetros con 250 metros de desnivel que permite ver una de las zonas de mayor concentración de hayas del Parque. En líneas generales es sencillo, salvo el tramo de subida al mirador de Mata Redonda: ademas de la inclinación, el sendero está menos marcado y hay más tierra y piedra (cuidado en días lluviosos). No obstante, es apto para niños, mascotas e incluso embarazadas. De hecho, yo hice esta ruta de 7 meses y medio y solo encontré dificultad en la parte ascendente a Mata Redonda.
La ruta comienza en llano en el aparcamiento, entre pinos. Tras llegar a un pequeño arroyo del río Lillas, continuas por su margen izquierda y empiezas una suave subida entre robles. Si te fijas puedes ya observar algún haya dispersa.
Un poco más adelante las hayas ya sí están por todas partes y es una zona de bosque realmente bonita. Estás ya en el corazón de la “Senda de carretas”, denominada así porque este camino se utilizaba para transportar en carros el carbón producido en el hayedo.
Testigo de este pasado precisamnete es la reproducción de una antigua carbonera que encuentras en un claro del hayedo: una estructura formada por palés de leña cubiertos de hojarasca y tierra. Aquí se sometía a la madera de las hayas a combustión durante unos diez días para obtener así el carbón.
La senda empieza ahora a ascender bajo las copas de las hayas, primero ligeramente pero luego la subida se acentúa, siendo la parte más dura del recorrido.
Termina la ascensión al llegar al Mirador de Mata Redonda, ubicado al final de una padrera muy amplia, totalmente despejada de árboles y donde el viento azota más. Desde ahí puedes observar una panorámica casi 360 grados del hayedo: el contrate de colores de los árboles en otoño es toda una visión. Si llevas comida y bebida, éste es el mejor sitio para detenerte a descansar y almorzar.
Pero todo lo que sube, baja. Tras Mata Redonda prácticamente el resto de la ruta es en descenso. Un paseo realmente agradable entre hayas, robles y pinos.
En un barranco encuentras incluso un hermoso tejo milenario; hay señalización de no acercarse pero desde el camino se ve perfectamente. Precisamente tejos como éste son los que le valieron el nombre de “Tejera” al hayedo (curiosa cuanto menos esta transposición de nombres de árboles).
Llegas a una bifurcación de caminos señalizada: el de la izquierda lleva al aparcamiento del que partimos, aproximadamente a un kilómetro desde este punto. El de la derecha lleva al Collado del Hornillo y engancha con la antes mencionada Senda del Robledal que en última instancia conduciría al Centro de Interpretación.
Bajando por el camino de la izquierda llegas sin dificultad a la meta final de la ruta, al aparcamiento, que fue también el punto de inicio.