El país más pequeño del mundo ocupa una superficie de tan solo 0,44 kilómetros cuadrados dentro de la ciudad de Roma y tiene apenas 800 habitantes. Con estas cifras podría no ser más que una anécdota en tu viaje por la capital italiana, pero es que el Estado de la Ciudad del Vaticano (nombre oficial) es el epicentro de la Iglesia católica y su conjunto patrimonial es tan importante que es considerado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Con estos datos se convierte automáticamente en un imprescindible si viajas a Roma y dedicarle al menos un día sería justo y necesario. ¿Y qué es lo que no debes perderte?
Tan pequeño es El Vaticano y tan grande son la Plaza y la Basílica de San Pedro que suponen juntas un 20% del total del territorio del Estado. Y es que Plaza y Basílica son una en realidad, en la imaginería popular. Generalmente llegas a ella a través de la Vía della Conziliacione, una avenida recta de 500 metros que conecta con el Castel S’Ant Angelo y que se abre a la Plaza permitiendo observar más de la misma a medida que avanzas. Casi como una visión.
La ubicación de la Plaza de San Pedro no es casualidad: se construyó sobre el espacio que ocupaban el antiguo Circo de Nerón, donde se sacrificaban cristianos, y una necrópolis donde se enterraban a los mártires y donde, supuestamente, estaba la tumba original de San Pedro.
La Plaza es eminentemente barroca y está formado por dos partes: la primera, con forma de trapecio y a la que da la fachada de la Basílica, y la segunda, con forma de óvalo y con un obelisco egipcio en el centro. Ambas están unidas por cuatro impresionantes columnatas: 284 columnas y 96 estatuas de mármol.
Entre las columnas de la Plaza, en las puertas de acceso a la Basílica o al Palacio Apostólico Pontificio, residencia del Papa, es probable que encuentres, impertérritos, a integrantes de la icónica Guardia Suiza. Se trata del cuerpo militar encargado de la seguridad de la Ciudad del Vaticano. Tan solo la componen 100 soldados (todos varones y elegidos cuidadosamente). Su llamativo uniforme a rayas con los colores de los Medici, azul, rojo y amarillo, seguro que atrae tu atención.
Se trata de la iglesia con mayor espacio interior del mundo, nada más y nada menos que 2,3 hectáreas en total. El resto de sus medidas también impresiona: 218 metros de largo y 136 de altura hasta su cúpula, visible y reconocible desde muchos puntos de Roma.
En el mismo emplazamiento de la actual Basílica existió una iglesia anterior mandada erigir por el emperador Constantino en el siglo IV, sobre el lugar de la tumba de San Pedro. El edificio que vemos hoy se empezó a construir en 1506 pero no concluyó hasta 1626. La complicada historia de los diferentes proyectos y la alternancia de distintas opciones de diseño (de planta central a cruz griega y finalmente a cruz latina) marcaron el lento progreso de las obras. Una larga lista de artistas participó además, cada uno con sus propias aportaciones (ojito a los nombres): Bramante, Rafael, Miguel Ángel, Bernini, Giacomo della Porta…
El interior de la Basílica es realmente impresionante. Primero, por las ya mencionadas dimensiones tan grandiosas. Y segundo, por la riqueza decorativa. Cuenta con 45 altares, 11 capillas y obras de arte muy valiosas, como la estatua de bronce de San Pedro o la Piedad de Miguel Ángel.
Aunque probablemente lo más llamativo sea el baldaquino de bronce macizo, obra de Bernini, que se sitúa frente al altar papal, bajo la Cúpula y justamente sobre la tumba de San Pedro.
También desde aquí parten unas escaleras que llevan a las Grutas Vaticanas, un espacio entre la antigua basílica del siglo IV y la actual, donde, además del ya mencionado sepulcro de San Pedro, se encuentran los de muchos más Papas. Como curiosidad, ya tienen preparada la tumba para el siguiente Papa en morir (sea el emérito Benedicto XVI o el vigente Francisco).
La entrada a la Basílica de San Pedro es gratuita y abre diariamente muy temprano. De octubre a marzo, de 7:00 a 18:30 horas; de abril a septiembre, de 7:00 a 19:00 horas. Huelga decir que se forman enormes colas cada día para acceder: cuanto más temprano llegues, menos cola. Pese a lo que puede parecer, no obstante, avanzan bastante rápido. Aunque puedes recorrer la Basílica por libre, recomendamos contratar una visita guiada para entender mejor todo lo que ves (ya hemos dicho que es un edificio gigante con montones de obras).
Mención especial merecen las vistas desde lo alto de la Cúpula de la Basílica. Inicialmente diseñada por Bramante, fue después modificada por Miguel Ángel que no vio terminada su construcción, si bien la obra final sería fiel a su idea. 551 escalones te separan de la terraza panorámica de la Cúpula. Los primeros 231 los puedes salvar con ascensor y te dejan en el primer nivel, desde donde puedes observar el interior de la Basílica desde arriba. Los siguientes 320 escalones debes hacerlos a pie sí o sí y hay partes realmente estrechas y un poco claustrofóbicas. No obstante, aseguramos que las vistas merecen la pena y mucho. El coste de la entrada es 10 euros en ascensor, 8 euros sin él. Solo se pueden comprar los tickets allí mismo (no online) o bien como parte de un tour con alguna agencia (así lo hicimos nosotros, en combinación con la visita guiada al interior de la Basílica). El horario de acceso a la cúpula es una hora después de la apertura de la Basílica y una hora antes de su cierre.
La locura hecha museo. Es tal la cantidad de espacios, galerías, salas y obras que encuentras en los Museos Vaticanos que resulta abrumador. Baste un dato: cuentan con un total de 70.000 obras de las que “solo” 20.000 están expuestas. Hay más de una veintena de museos, de diferentes épocas, estilos y objetos. Y suelen estar atestados de público. Por todo ello, te será imposible verlo todo, así que tendrás que elegir e incluso puede que te sea imposible acceder a alguna sala de tus elegidas por las enormes colas. Paciencia. No en vano es el segundo museo más visitado del mundo.
Su origen está en 1503 con la colección privada del papa Julio II. Posteriormente los siguientes Papas fueron ampliando estos fondos artísticos gracias a las aportaciones de sus familias, a las excavaciones arqueológicas en suelo vaticano y a las obras de la Basílica de San Pedro. Así durante siglos hasta configurar los actuales Museos.
Como decimos, son muchísimas estancias: el Museo Pío Clementino, el más antiguo, el Museo Gregoriano Etrusco, el Museo Chiaramonti, el Museo Gregoriano Egipcio, la Pinacoteca… Incluye también la Biblioteca Vaticana, una de las mejores del mundo.
Dado que no pudimos verlas todas, ni de lejos, indicamos las salas más destacadas:
La entrada estandard a los Museos Vaticanos cuesta 17 euros. A partir de aquí hay más variantes: sin colas, con audioguía, etc. Una vez más, para nosotros lo recomendable es contratar una visita guiada como ésta. No tanto por acceder por una puerta distinta al resto de visitantes (ahorrándote algo de cola) sino por las explicaciones sobre las distintas salas que vas viendo, dada la ingente cantidad de obras y espacios que hay. Además, aunque te saltes la cola, el interior va a estar igualmente lleno de gente en realidad… Para intentar evitarlo, hay también entradas especiales a primera y última hora, incluso fuera del horario general de acceso (de 9 a 16 horas). Si buscas en Internet encontrarás muchísimas opciones. Los Museos Vaticanos abren diariamente, salvo los domingos. Pero ojo que justamente el último domingo de cada mes sí abren y además la entrada es gratuita (aunque, lógicamente, la cantidad de visitantes y los tiempos de espera son incluso mayores). Antes solía haber un acceso directo desde los Museos a la Basílica pero, a raíz del coronavirus, se cerró y aún no se ha recuperado: esto significa que si quieres entrar a Basílica y Museos debes hacerlo de manera independiente a cada edificio (con su correspondiente cola en cada uno).
Sin duda uno de los mas pequeños , peor tiene muchisimo para visiatr y conocer que da para varios dias