Suponemos que todos los viajeros tenemos una lista de lugares que queremos ver al menos una vez en la vida: sitios, remotos o cercanos, que soñamos con pisar y de los que las cientos de fotos que hemos visto no hacen sino darnos más ganas de visitar. El salar de Uyuni era uno de esos sueños viajeros para nosotros. ¡Así que os podéis imaginar la emoción que sentimos al verlo con nuestros propios ojos! Un desierto blanco inabarcable; sí, desierto, para nosotros fue una sensación muy parecida a la que sentimos en el Sahara. El blanco infinito a nuestro alrededor, sal y cielo mezclándose en el horizonte y una luz increíble cegadora.
Allí, en el desierto, aún más que en el mar, tenía la impresión de que estaba sobre una gran mesa, de que el horizonte era el borde del espacio
El cielo protector, Paul Bowles.
El mayor salar del mundo: 10.000 kilómetros cuadrados, hasta 120 metros de profundidad, 10.000 millones de toneladas de sal de las que se extraen 25.000 cada año y la reserva más grande de litio del planeta, representando entre el 50 y 70 por ciento de la producción mundial. Cifras que marean, que son inimaginables y que, todo sea dicho, olvidas en cuanto pisas el salar, cegado por su belleza, sencilla y dura.
Después de un par de días de trayecto desde Atacama a Bolivia, atravesando la reserva de Eduardo Avaroa, llegamos a Puerto Chuvica, una de las puertas de entrada al salar (otros son Uyuni o Colchani). Dejamos las mochilas en el hotel de sal en que nos alojamos y sí, estaba enteramente construido de sal: paredes, suelo, mesas, sillas… Increíble ver los cientos de sacos de sal con los que construyen este tipo de alojamientos que, por cierto, están aumentando en número considerable gracias al turismo. ¡Y nos fuimos directamente al salar a ver el atardecer!
Tenemos que agradecer la paciencia de nuestro conductor y guía porque de todos los grupos que llegamos a Puerto Chuvica esa tarde fuimos los únicos en adentrarnos en el salar al oscurecer. Y es que conducir en él no debe tomarse a la ligera. Una vez allí, entiendes por qué, como habíamos leído en múltiples foros y blogs, adentrarse en el salar no es algo que puedas hacer a tu aire y debes contratar el tour con alguna agencia (aquí te explicamos todos los detalles).
La sal destroza los 4×4, únicos vehículos capaces de rodar por allí, y el alto contenido en litio que hay vuelve locos GPS y móviles. Olvídate de caminos trazados ni señales. Todo lo que te rodea allá donde mires es la blanca sal y solo tu memoria (o tu intuición) te guiará. Con lo que conducir sin luz es ya de locos. No nos alejamos por tanto mucho del acceso desde Puerto Chuvica pero al menos pudimos pisar por fin el ansiado salar y disfrutar de uno de los mejores atardeceres que recordamos, pese al fuerte viento y al frío. Y eso que, como nos contaba nuestro chófer, tuvimos suerte y en otras épocas del año ni se puede bajar del todoterreno.
En lo que no tuvimos tanta suerte es en ver el famoso efecto espejo: cuando ha llovido y el salar queda cubierto por agua, se refleja el cielo perfectamente en él, pareciendo que caminas sobre las nubes. La temporada de lluvia es de enero a marzo y aunque nosotros fuimos a finales de este mes, no logramos verlo pues apenas había llovido ese año. Por ello es importante escoger bien las fechas en que vas a visitar el salar: si pillas un día de muchas precipitaciones, hay zonas inaccesibles; en nuestros meses de verano, allí es invierno y se llegan a temperaturas bajo cero y los vientos pueden ser de hasta 90 km/hora; en su verano la temperatura diurna sube y con el reflejo del sol en la superficie blanca, la protección solar alta es indispensable.
El hombre jamás alcanza aquello que más quiere: nunca se toca el horizonte
El Manuscrito carmesí, Antonio Gala
¿Y quién no va al salar y se hace las típicas fotos chorras jugando con la ausencia de la perspectiva? Todos los conductores saben que es una parada obligada en el tour e incluso se convierten en expertos fotógrafos para sacar este tipo de instantáneas a los turistas. Pese a lo típico, reconocemos que nos divertimos mucho con el juego y nuestro experto chófer nos dio ideas estupendas para las fotos, como ésta imitando uno de los ataques de la mítica serie Dragon Ball.
Las siguientes paradas son un hotel de sal ubicado en medio del salar y el pueblo de Colchani donde sus habitantes viven de la extracción de sal (y de los puestos de venta para turistas ahora también, claro).
Pasada ya la primera toma de contacto, al día siguiente nos adentramos ya de lleno en el salar. Nos levantamos muy temprano para ver amanecer en él y a continuación visitamos la Isla Incahuasi, más conocida como Isla del pescado. Es la más grande del conjunto de islas que se encuentran en la zona central del salar y es visitable a través de un pequeño recorrido de apenas una hora. Está totalmente cubierta por cactus gigantes de hasta 10 metros de altura y las vistas sobre el salar desde las zonas más altas de la isla son impresionantes.
Por último, llegamos al cementerio de trenes: antiguas locomotoras y vagones abandonados en medio de una llanura a las afueras de Uyuni. Y es que el tren llegó hace siglo y medio a este municipio para trasladar los productos extraídos de sus minas hasta el puerto marítimo de Antonafagasa, siendo en su momento un gran logro para Bolivia. Lo que fuera símbolo del progreso y avance de la región ha quedado ahora reducido a este paisaje olvidado de hierro y óxido. Por obra y gracia del turismo, sin embargo, es otro de esos lugares a los que llegamos muchos viajeros para pasearlo y fotografiarlo. El cementerio va mermando puesto que los habitantes de Uyuni y otros pueblos se llevan los hierros y objetos que puedan venirles bien (aunque parece que con las locomotoras aún no han podido).
Otra vez mirando las vías del tren. Sin poder volver atrás, pero extrañando volver
Letra de la canción Las vías del tren
Una mañana intensa y larga recorriendo el salar y ya entramos en Uyuni para comer y descansar. Mientras el conductor se fue a lavar a conciencia el coche para que no quedasen restos de sal, nos fuimos a pasear por el pueblo. Nos reafirmamos en nuestra decisión de habernos quedado en San Pedro de Atacama como centro de todo el viaje desde el que hacer las excursiones y visitas. La ciudad chilena gana en encanto y ambiente a la boliviana.
Somos conscientes de que no pasamos muchas horas en el salar si sumamos todos los momentos que estuvimos en él. Recordamos ir en el todoterreno, mirando por la ventanilla a la inmensidad blanca y esforzándonos por memorizarlo todo para poder llevarnos el recuerdo detallado con nosotros para siempre.
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