En Sri Lanka combinamos varios tipos de viaje en uno solo: visitas culturales como Kandy y su Templo budista, safaris y trekkings en varios Parques Nacionales, un trayecto en tren memorable por sus Tierras Altas… ¡y como broche final, unos días de playa y sol!
La última etapa de nuestro itinerario allí fue para la costa sur. Y aunque pasamos por varios de sus puntos destacados, como Tangalle o Unawatuna, nuestro destino favorito fue Mirissa. Este pequeño pueblo es famoso por dos motivos: por su playa, donde puedes nadar, pasear y practicar surf, y por la posibilidad de avistar ballenas, delfines, tortugas y otros animales marinos no muy lejos de sus orillas.
Pasamos 3 días en Mirissa y nos alojamos en el Lemazone Inn. Aunque no está en primera línea de playa estrictamente ni es un resort de lujo frente al mar, fue una estancia agradable. Nuestra habitación era muy amplia, la dueña siempre era habladora y simpática y en un cortísimo paseo ya ponías pies en la arena. Pagamos 67,6 euros la noche los dos con desayuno y reservamos a través de booking.com. Si necesitas alojamientos para otros lugares de Sri Lanka, aquí tienes nuestra guía.
El núcleo urbano de Mirissa es muy pequeño en realidad. Toda la actividad se desenvuelve en torno a su playa. De arena dorada, sin apenas piedras, está bordeada por palmeras y árboles cuya sombra es muy agradecida a mediodía cuando más aprieta el sol. No es muy extensa, aunque da para un paseo. Su parte central es la más aconsejable para nadar aunque siempre con precaución, dado que el oleaje en la costa de Sri Lanka suele ser fuerte (en Tangalle ni siquiera pudimos bañarnos). De hecho su zona izquierda suele presentar olas más pronunciadas y por ello los surfistas se concentran allí.
En la zona derecha se encuentra el punto más fotográfico de la playa: Parrot Rock, una pequeña isla unida a la costa por una estrecha franja de piedra que queda cubierta al subir la marea. Por tanto, solo puedes llegar a su cima con marea baja, pero a cambio ofrece una estupenda perspectiva de la costa. Desde Parrot Rock, hacia el lado contrario a la playa, se extienda además Turtle Bay, área recomendada para hacer snorkel.
Pero lo más atractivo de la playa de Mirissa no es su belleza, que también, sino el ambiente. Hay chiringuitos con happy hour que te sirven cócteles mientras tomas el sol en sus tumbonas y columpios (sí, esos de los que Instagram se ha llenado últimamente). Escuelas de surf con aplicados alumnos haciendo sus pintos con las tablas y las olas. Restaurantes que muestran el pescado fresco del día para que elijas cuál quieres que te cocinen de cena. Gente relajada al sol o bañándose o paseando o curioseando entre los bares…
Y al ponerse el sol, todos miramos al horizonte, alucinando con los colores de los que se tiñe el cielo. Sin duda allí vivimos los mejores atardeceres del viaje, sentados en la arena con un mojito en la mano.
No obstante, aunque te cueste, deberás dejar la playa durante unas horas… Ir en busca de la ballena azul, el animal más grande del planeta, lo merece. Antes del viaje, habíamos leído que estos mamíferos suelen frecuentar la costa sur de Sri Lanka, pero aún así éramos escépticos. Además la mejor época es de noviembre a abril y nosotros fuimos en octubre, lo que acrecentaba nuestras dudas. Sin embargo la realidad superó de largo las expectativas: no una ni dos, sino hasta 4 ballenas azules vimos. Y un par de tortugas marinas también.
Los barcos para estos avistamientos salen muy temprano, a las 6.30 de la mañana, así que te tocará madrugar mucho. La duración de la navegación depende del tiempo que les lleve encontrar a los animales, pero de media es entre 4 y 5 horas. Aunque no se adentren en el profundo océano, el mar puede estar bastante agitado, como nos ocurrió: la mitad del pasaje nos mareamos y sufrimos un poco (llévate Biodramina de la fuerte).
Hay varias compañías locales con las que puedes realizar este tour. Muchas tienen casetas en la propia playa de Mirissa para que contrates allí mismo y todas parten del puerto. Nosotros reservamos antes del viaje, por e-mail, con Raja & The Whales, siguiendo el consejo de nuestra Lonely Planet: no son los más baratos (6000 rupias por persona, 30 euros) pero respetan la normativa internacional de acercamiento a las ballenas y eso es fundamental. Ir a ver animales en su habitat es maravilloso pero siempre desde el respeto. Te recogen en tu alojamiento y te dan de desayunar (si el mareo te lo permite) incluido en el precio también.
Sin ninguna duda habríamos prolongado nuestra estancia en Mirissa de haber podido: fueron unas jornadas tranquilas y relajadas de sol y playa, muy convenientes para descansar después de los días previos más ajetreados de visitas y safaris. ¿Puede haber mejor final para un gran viaje?
Viajera, internetera, cinéfila, inquieta, 2.0
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3 Comment on “Nuestro paraíso en Mirissa”