Ni es Santa, ni es Llana, ni tiene Mar. Un pueblo que ya solo con su nombre te miente 3 veces hace sospechar. ¿Quizá simplemente se está burlando de nosotros? En realidad, ninguna de esas 3 cualidades que su nombre indica y de las que carece le hacen falta.
Santillana es por derecho propio uno de los “pueblos más bonitos” de España: sus calles empedradas, sus edificios señoriales y su Colegiata así lo atestiguan. Y, desde luego, es uno de los principales puntos de interés turístico de Cantabria.
También lo es, sin ningún lugar a dudas, la Cueva de Altamira, que se ubica a tan solo 2 kilómetros de Santillana y cuenta con las pinturas prehistóricas más famosas del mundo, de 14.000 años de antigüedad. Su descubrimiento se produjo a finales del siglo XIX. La masiva afluencia de visitantes durante el siglo XX hizo temer el deterioro de las creaciones artísticas. Por ello en 1979 se cerró al público, primero totalmente y después controlando estrictamente su acceso. En 2001 se construyó una réplica de la cueva así como un museo, para seguir difundiendo el conocimiento sobre Altamira entre todos sus visitantes. No obsante, si vas un viernes de 9:30 a 10:30 de la mañana puedes optar a visitar la cueva “real”, sorteo mediante, por un tiempo máximo de 37 minutos.
Conocer el valioso patrimonio artístico e histórico de Santillana del Mar exige hacerlo a pie: sus vías empedradas están cerradas al tráfico rodado y solo los peatones pueden transitarlas. No en vano forma parte del Camino de Santiago y en muchas paredes verás las tradicionales flechas amarillas señalizando la vía hacia Galicia.
Importantes edificaciones medievales originales de los siglos XIV al XVIII han llegado hasta nuestros días. Como las torres de Merino y Don Borja, actual sede de la Fundación Santillana; las casas del Águila y la Parra, hoy sala de exposición gestionada por el Gobierno cántabro; el palacio y la torre de Velarde; la casa de Leonor de la Vega; los palacios de Barreda, Tagle y Villa… Tantas repartidas en unas pocas calles y todas fácilmente accesibles en un corto paseo.
Las calles de Santillana, además de casas históricas, albergan numerosos comercios de productos artesanales. Entre ellos destacan las tiendas de gastronomía con alimentos típicos de Cantabria. El obrador Casa Quevedo tiene como especialidad los tradicionales bizcochos, sobaos y quesadas. En un mostrador a pie de calle, a dos pasos de la Colegiata, has de pasarte a por un vaso de leche fresca y un sobao.
Pero si hay una construcción imperdible en Santillana es la Colegiata de Santa Juliana. El Monasterio del mismo nombre, original del siglo IX, dio paso a la colegiata en el XII. Constituye la principal muestra de arte románico en Cantabria. Su fachada principal llama la atención, con un frontón triangular y varias torres, pero es imprescindible acceder a su claustro interior para admirar la soberbia decoración en detalle de sus capiteles.
Junto a la Colegiata, el Museo y Fundación de Jesús Otero con unas 50 obras del escultor, nativo de Santillana y donados a la villa a su muerte. Se pueden contemplar gratuitamente, por libre o en visitas guiadas que organiza el propio Museo.
Aunque decíamos que la localidad de Santillana en sí no tiene salida al mar, su término municipal sí que tiene costa. La pequeña playa de Santa Justa está ubicada junto al pueblo de Ubiarco y apenas tiene 100 metros de ancho. A nosotros no nos dio tiempo a visitarla y no tuvimos una meteorología cálida, pero, al menos por las fotos que hemos visto, parece bien bonita y puede satisfacer tus ganas de mar Cantábrico.
Santillana del Mar se sitúa a tan solo 30 kilómetros de Santander, con lo que es posible conocerla en una excursión de un día desde la capital cántabra. Nosotros, sin embargo, nos alojamos allí una noche y la visitamos en un pequeño road trip de 4 días por Cantabria (como te contamos en este post) en el que también conocimos otro de los pueblos más bellos cántabros, Potes.