Hay veces que no apetece. Se supone que si viajas a un lugar, tanto si lo planeas como si no, debes sacar tu lista de qué hacer, qué ver, dónde ir. Pero hay veces que no apetece. Que simplemente quieres llegar a un sitio, pasearlo sin rumbo, disfrutarlo sin pensar cuáles deberían ser las paradas, sin mirar ni un solo dato. No apetece. Así nos pasó en Santander.
Afortunadamente siempre tenemos las fotos para narrar nuestros viajes. Eso sí apetece: enseñar Santander tal y como lo vimos nosotros. Si quieres saber qué hacer un fin de semana en la capital de Cantabria, con lista de lugares imprescindibles, horarios y precios de entradas, vuelve a Google. Si quieres venirte de paseo y fluir con la ciudad, adelante, bienvenido.
El Cantábrico es mi hogar. Nací en Bilbao y me crié en Gijón. Lo siento tan mío como las tierras vasca y asturiana donde he vivido. Verlo siempre es un placer; olerlo es sentirme en casa. Y si encima sale el sol… felicidad completa. Así que este paseo va siempre con el mar a la vista, siguiendo la línea de costa.
La primera parada es una de las novedades de la ciudad: el Centro Botín. Un edificio ultra moderno obra del arquitecto Renzo Piano, encarado al mar. Puedes subir por sus escaleras y plataformas exteriores y contemplar a un lado, la ciudad y al otro, la bahía santanderina.
Continuamos bordeando la costa hasta llegar a la estatua de los raqueros: niños que en el siglo XIX merodeaban por el puerto para ganarse las monedas que los turistas lanzaban al mar.
Y un poco más adelante, en el puerto deportivo, otros niños, estos del siglo XXI y de carne y hueso, están aprendiendo a manejar pequeños barcos en la escuela de vela del puerto.
Atravesamos la playa de los Peligros donde hacemos una parada técnica para repostar en un chiringuito a pie de arena. Bordeamos la playa de la Magdalena, bajo el sol, y entramos en el recinto de la Península de la Magdalena: un parque arbolado enorme rodeado de playitas y con edificios históricos.
Pasamos por las Caballerizas Reales, hoy reconvertidas en centro para congresos y reuniones. Nos asomamos a la playa de los Bikinis: unas pocas personas tomando el sol y bañándose y de fondo una regata de vela, ¡qué visión! Subimos hasta el punto más alto donde se encuentra la estrella del lugar.
¡Qué envidia de ese Palacio de la Magdalena que vive continuamente mirando al mar! Ubicación privilegiada la suya. Es un edificio precioso, innegable, mezcla de estilos inglés y francés, digno de reyes (fue un regalo de la ciudad de Santander a Alfonso XII). Pero con esas vistas, hasta resulta difícil mantener la atención en él…
Descendemos bordeando la península y pasamos por el Museo del Hombre y la Mar (en Google Maps lo identifica como Muelle de las Carabelas, pero su nombre real es el otro). Se trata de un pequeño museo al aire libre con las 3 embarcaciones que el navegante cántabro Vital Alsar empleó para rememorar el viaje de Francisco de Orellana por el océano Pacífico.
Avanzamos. La playa del Camello ante nosotros: preciosa, probablemente nuestra favorita de las que vamos viendo, con las rocas a la vista y por debajo del nivel del mar, pudiendo contemplar el extremo de la Península de la Magdalena e incluso su Palacio.
Nueva parada técnica: esta vez en el Balneario de la Concha, con vistas a la playa del mismo nombre: la terraza está acristalada, con lo que el mal tiempo no impediría disfrutar del paisaje (hoy no tenemos ese problema).
¡Y llegamos a la playa del Sardinero! A la primera, porque son dos. Como la marea está baja nos parece que es única, pero realmente están separadas. Caminando por su largo paseo marítimo llegamos a la segunda también. ¡Aprieta el hambre! Afortunadamente, pese a que es sábado y no tenemos reserva, encontramos hueco en la terraza del restaurante El Parque, en el mismo paseo.
Y es que el Cantábrico no solo adorna, también provee: los productos gastronómicos del mar son los protagonistas en restaurantes y barras de bar de Santander. ¡Qué maravilla probar esas anchoas de Santoña! ¡Qué gustazo comer esas rabas que solo en el norte saben cocinar! Y las sardinas, los chipirones, el pescado… Dieta marina.
Recuperadas las fuerzas, encaramos la subida al parque de Mataleñas, un enorme parque urbano con extraordinarias vistas sobre el Sardinero y acceso a pequeñas playas como Mataleñas y Los Molinucos. Es sábado por la tarde y hace buen tiempo con lo que hay muchos grupos de niños y adultos disfrutando del entorno.
¡Toca retirada! Descendemos del parque por el mismo camino, deshacemos nuestros pasos por el paseo del Sardinero hasta llegar al Casino y ahí nos desviamos tierra adentro dejando el mar a nuestras espaldas y paseando por las calles interiores de Santander. Justo en ese momento se nubla. ¡Suerte de día! El litoral santanderino con sol ha sido un espectáculo.
Si tu visita a Santander es de varios días, puedes aprovechar para conocer otros lugares interesantes de Cantabria como la impresionante cueva del Soplao, el teleférico de Fuente De, Santillana del Mar y Potes, ambos en la lista oficial de los pueblos más bonitos de España, San Vicente de la Barquera o incluso un bosque de secuoyas.
Permíteme una corrección: no existe el muelle de las Carabelas. Por dos motivos:
1) No son carabelas, sino galeones.
2) Se llama Museo del Hombre y la Mar, que recoge las gestas del navegante Vital Alsar, incluyendo La Balsa con la que atravesó el Pacífico.
Saludos de un viajero cántabro y santanderino de toda la vida.
Hola Luis! Muchas gracias por la corrección! La verdad es que cuando estuvimos sí vi que el cartel indicaba “Museo del Hombre y la Mar” como dices. Haciendo el post y trazando la ruta en Google Maps vi lo que llamaban “Muelle de las Carabelas” y como poníamos la ruta en el Maps puse el mismo nombre en el texto del post que en el mapa para no llevar a confusión a quien lo leyese. Pero tienes razón, lo corrijo indicando su nombre correcto. Gracias por leernos y por el apunte! 😉