Estar en La Palma es sinónimo de caminar. Ya te hemos contado que es un paraíso de senderismo y te hemos dado pruebas con la fantástica ruta de los Volcanes, la del bosque de laurisilva en el Cubo de la Galga o la que recorre el interior de la Caldera de Taburiente. La propuesta de este post es mucho más modesta, en comparación con las anteriores, en cuanto a paisajes o importancia senderística, pero personalmente nos gustó. Además, en España solo podemos ver dragos en Canarias, así que no se puede desaprovechar la oportunidad, ¿no crees?
¿Sabes qué es un drago? Según la leyenda, es el depositario del alma de un dragón muerto. Según la botánica, es un árbol característico de la Macaronesia (el conjunto de archipiélagos noratlánticos a que pertenecen las Islas Canarias), también presente en Marruecos. Es de lento crecimiento y aspecto muy atípico: el tronco no tiene anillos, con lo que debe deducirse su edad a partir del número de hileras de ramas. Puede alcanzar hasta los 700 metros de altura y suele ubicarse en lugares de difícil acceso donde azotan los vientos alisios. El más famoso, del que se ha llegado a decir (erróneamente) que tiene 3.000 años de antigüedad, es el Drago Milenario de Icod de los Vinos (Tenerife).
Y resulta que en el noroeste de La Palma, en Garafía, concretamente en Las Tricias, se encuentra la mayor concentración de dragos de todo el archipiélago canario. Están además en un entorno espectacular: en el barranco del Corchete que desemboca en la Costa de Hiscaguán, que es Monumento Natural. Por tanto, dragos con el océano Atlántico de fondo.
Como no podía ser de otro modo en la isla bonita, existe una ruta para conocer este área. El sendero oficial parte del pueblo de Las Tricias, lleva hasta las Cuevas Buracas y vuelve al punto de partida, en una ruta circular de unos 6 kilómetros y de una duración aproximada de 2 a 2 horas y media. Incluso desde Buracas podrías enlazar con la GR130 y continuar hasta Santo Domingo (si no te faltan ganas de andar, en La Palma siempre hay alternativas).
Nosotros lo acortamos prácticamente a la mitad: empezamos en el Museo del Gofio, donde aparcamos el coche y, también en una vía circular, llegamos hasta las cuevas ajustando el recorrido al barranco, que es donde se concentran los dragos. Así, en apenas una hora u hora y media y con una caminata sencillísima, pudimos ver estos árboles, en detalle y de cerca, que era nuestro objetivo.
El Museo de Interpretación del Gofio (MIGO) ocupa un antiguo molino tradicional de viento restaurado (sus aspas son claramente visibles desde gran distancia) y está dedicado al alimento estrella en La Palma (de cuya gastronomía ya te hablamos en este post con más detalle). El gofio ha permitido a sus habitantes sobrevivir incluso a hambrunas en el pasado: este dato da una idea de su consistencia y aporte nutricional. Es una harina de cereales tostados (cebada, maíz, trigo) que aún hoy se utiliza en muchos platos, incluso postres. En el Museo se explica todo sobre su historia y producción (entrada por 2,5 euros) y además cuenta con un mirador astronómico. Desde la parte exterior también tienes buenas vistas del barranco y los dragos salpicando el paisaje.
¿Cómo fue entonces nuestra ruta? Desde el Museo, retrocedimos unos metros a pie por la carretera por la que habíamos llegado en coche hasta una marquesina de bus y ahí giramos a la izquierda hacia una pista de tierra. Seguimos hasta encontrar un cartel con la indicación “Dragos de Buracas” (señal de que estábamos en el buen camino).
Tomamos la dirección indicada cuesta abajo, pasando entre casas camufladas entre la vegetación, construidas de una manera rústica por los locales, con pequeños huertos pero también curiosos artefactos mezcla de tecnología y artesanía. Incluso vimos unas placas solares modernísimas sujetas a un palo y una cuerda a modo de polea para poder moverlas (de lo más ingenioso).
También encontramos improvisados puestos de venta self-service de semillas, plantas y otros productos, para que te sirvieses tú mismo dejando el correspondiente pago indicado. Pruebas de la comunidad hippie que desde hace unas décadas habita esta zona.
Así, en un paseo rápido y cómodo, pendiente abajo, llegamos al área del barranco donde se concentran los dragos. Pasamos muy cerca de algunos, lo que nos permitió observarlos con detalle (y tomar tantas fotos como quisimos). Al final del sendero, llegando ya al Café finca Aloe, incluso caminamos por debajo de uno particularmente grande, a modo de túnel entre sus ramas.
En la parte inferior del barranco se encuentran las Cuevas de Buracas: un interesante conjunto arqueológico formado por 3 niveles de cuevas en las paredes del barranco, en las que habitaron los primeros pobladores de La Palma, los benahoaritas. Hay además 3 grupos visibles de petroglifos de formas geométricas y varias necrópolis. Las cuevas se han continuado reutilizando hasta recientemente, como corrales o viviendas. Se pueden recorrer libremente. Nosotros pasamos muy rápido y no pudimos ver los petroglifos.
El camino de regreso al Museo del Gofio es por carretera y en constante cuesta arriba, algo más difícil que la primera mitad de la ruta, pero nada insalvable. Además, conviene detenerse de vez en cuando y girar la vista para disfrutar del bello paisaje costero.