Es prácticamente un secreto a voces que tanto como viajar nos gusta comer. Para nosotros probar la gastronomía local es una parte importantísima de cada viaje y siempre intentamos aprender sobre los alimentos propios de cada país, las recetas, las formas de cocinar… Y por supuesto probarlos en los restaurantes de aquellos lugares que visitamos. En Grecia no iba a ser menos así que he aquí un ya tradicional post nuestro a modo de (mini) guía gastronómica griega.
La cocina allí es tradicionalmente mediterránea, luego nos recuerda en muchos aspectos a la española, pero con cierta influencia oriental, dada su proximidad geográfica a Oriente Medio. Siempre se dice que la mezcla ayuda a mejorar las cosas y en gastronomía lo creemos firmemente, así que nos gustó mucho la comida griega.
Un ingrediente fundamental en los platos griegos, igual que en España o Italia, es el aceite de oliva. No sorprende decir que es tierra de cultivo olivarero: de hecho Grecia es el tercer productor mundial de aceite de oliva. Pero quizá sí sorprenda descubrir que gran parte del glorioso pasado heleno se debió a este producto, concretamente a comerciar con otros pueblos con el aceite, y con otros productos derivados de la oliva.
Tanta es la importancia del olivo para el pueblo griego que está muy presente en su historia y mitología. Atenas debe su nombre a Atenea y la ciudad le concedió tal honor porque la diosa le hizo el mejor regalo de entre todos los posibles: el olivo. Por ello precisamente hay un olivo en el Partenón que, según la leyenda, ni siquiera ardió ante los ataques de los persas que destruyeron la Acrópolis. Las leyes antiguas atenienses establecían que quien arrancara un olivo sería condenado al exilio. Los vencedores de las Olimpiadas recibían una corona hecha de hojas de olivo. Y en Olimpia la estatua de Zeus se construyó con madera de olivo. Muchos símbolos para atestiguar que se le consideraba un árbol sagrado.
Otros productos habituales en la dieta griega son las verduras y hortalizas, el pescado y el marisco (en las zonas de costa e islas) y de carne, fundamentalmente el cordero. También son muy típicos los derivados lácteos, como el yogur y el queso; sobre todo el “feta”, que en griego significa literalmente “blanco”, y que toman solo, en ensalada, frito (saganaki), al horno, en empanadas…
Como enumerar y describir todos los platos griegos daría para un blog entero, más que para un post, vamos a nombrar solo aquellos que nos parecen más significativos:
Y hablando de gastronomía y de comida, tenemos que declarar nuestro amor eterno por el yogur griego. Y no, ninguno de esos que te venden en España como yogur griego lo es. Esto se debe a que realmente no existe ninguna normativa que especifique “cómo es la receta de yogur griego” ni que regule por tanto que lo que te venden como tal lo sea realmente. Y sin embargo, sí que existen diferencias con respecto a cómo se hace el yogur en España por ejemplo. De entrada, para el tradicional griego se utiliza leche de oveja o de cabra. Pero la principal diferencia está en que, tras la fermentación, se filtra el suero líquido. Esto hace que el yogur tenga una consistencia más espesa y cremosa. Pero también que contenga más proteínas y más grasa y menos lactosa y calcio, porque con el suero se puede perder parte de estos nutrientes.
Grecia es un país de vino (para nuestra suerte y disfrute, amantes del enoturismo). La producción vitivinícola comenzó en torno al 4000 A.C. si bien fue entre los siglos XIII y XI A.C. cuando se desarrolló de manera más importante, cuando los vinos griegos eran exportados por todo el Mediterráneo. Hoy en día los viñedos ocupan 165.000 hectáreas y presentan unas 300 variedades autóctonas de las que el 60% son de uva blanca. De ésta, son muy famosos los vinos de Santorini (Assirtyco, Atiri, Aidani) por ser cultivadas las viñas en suelo volcánico. Por ello en esta isla hicimos un tour por varias bodegas (que te contamos en un post más en detalle).
También hay cervezas locales, claro: Mythos, Fix y Alfa son las más habituales. Por último, ninguna buena comilona está completa en Grecia si no la terminas con una copita de ouzo. Se trata de un licor típico griego, incoloro, anisado, con una gradación alcóholilca entre 37 y 50 grados, pero de sabor dulzón y aroma a regaliz.
Si las botellas de vino griego te resultan algo caras en los restaurantes, en casi todos puedes pedir una jarra de una especie de “vino de la casa”, mucho más barato (unos 10 – 12 euros el litro) y que generalmente es del tipo “retsina”. El retsina o vino resinado es un vino aromatizado propio de Grecia y el nombre viene de que, literalmente, se le añade resina de pino durante su elaboración. El motivo hay que buscarlo milenios atrás: el vino era transportado en ánforas de barro selladas con una pasta de yeso y resina que, al evitar la entrada de aire, permitía conservarlo más tiempo y esto llevó a pensar a los griegos que los vinos envejecían gracias a la resina.
Vamos ya con la lista de restaurantes y platos que probamos durante el viaje. Mención especial para los desayunos de los hoteles donde nos alojamos (y que te contamos en este post) gracias a los cuales empezábamos el día con energía (y con mucho yogur). Y también cabe destacar el buen hacer de la hostelería griega: tanto por el buen trato y servicio como por la disponibilidad horaria (pudimos comer o cenar casi a cualquier hora del día).
Plaka es el barrio ateniense por excelencia para comer y el número de restaurantes para elegir asusta. Pese a ello, creemos que elegimos bien porque los dos que probamos nos gustaron mucho y salieron muy bien de precio.
Taverna Platanos. Ocupa una bonita plaza desde 1933 y cuenta con una agradable y amplia terraza bajo una pérgola. Para completar la estampa, había un par de chicos tocando música griega mientras cenamos. Su cocina es tradicional de Grecia, así que es un buen sitio para probar esos platos indispensables de la gastronomía helena. Comimos saganaki (queso frito), gigantes (judías blancas muy grandes, cocinadas en salsa de tomate) y cordero, especialidad de la casa.
Klepsidra Café. También tiene una bonita terraza (más recogida que la anterior pero con mejores vistas) y también sirve platos tradicionales griegos. Su personal es muy amable y simpático. Tomamos dolmades, gyros de pollo y cordero y pseftokefedes (albóndigas vegetales con tomate y arroz).
Psiri es un barrio más alternativo y moderno y allí hay varios locales muy curiosos pero probablemente se lleva la palma la cafetería Little Kook. Aquí no vienes por la comida ni por la bebida: vienes por la decoración recargada, exótica y excesiva tanto del local interior como de su exterior y de sus terrazas que ocupan varias calles aledañas. Te puede encantar u horrorizar a partes iguales: eso sí, a los peques les flipa.
Como nos pasó con los alojamientos, en Meteora es donde nos pareció más factible encontrar opciones para comer bien y barato. De hecho, llevábamos una lista de restaurantes recomendados enorme y fue imposible probarlos todos. Aquí los que sí pudimos visitar:
Restaurante Meteora. El más recomendado de Kalambaka y de los más antiguos, desde 1925 en funcionamiento. Tiene una terraza muy grande y agradable y su interior guarda una muy curiosa decoración. Comimos fenomenal y a buen precio: eggplant saganaki, berenjena al horno en una salsa de tomate y queso feta, cordero asado (kleftiko) y pastitsio (similar a la musaca pero con carne).
Taverna To Paramithi. También en Kalambaka, nos dieron de cenar pese a ser ya un poco tarde. Todo correcto, amenizado además con música griega en directo, aunque personalmente nos gustó más el restaurante anterior. Tomamos queso feta frito, musaca y souvlaki (trozos de carne en un pincho).
Restaurante Boufidis. Está en Kastraki y dice servir el mejor souvlaki de la zona. Estaba bueno pero no tanto como presume. A cambio, el tzatziki nos gustó mucho y fue el más barato de los tres restaurantes.
Por último, nos dio mucha pena no llegar a ir al Meteoron Panorama: más caro pero con buenas vistas y también de los más recomendados en Kalambaka.
Estando en una isla pescado y marisco componen la dieta fundamental. En este caso, además, acompañados por el vino blanco local denominado “verdea”, variedad tradicional griega protegida, cuyo nombre se debe a que se elabora con uvas vendimiadas cuando aún están “verdes” (puedes también por tanto practicar enoturismo y visitar bodegas en la isla, como Solomos Wines). Los restaurantes que recomendamos en Zakynthos son:
Ionion Pelagos, en Zakynthos capital. Fuimos por su ubicación tan conveniente, justo detrás de nuestro hotel, y por su llamativo expositor de pescado y marisco fresco. No defraudó y comimos la mejor lubina de todo el viaje por Grecia (alrededor de 40 euros el kilo).
Taberna Porto Schiza, en Kampi. Lo que nos atrajo fueron sus espectaculares vistas (por lo visto al atardecer incluso mejoran), pero comimos muy bien como extra. Tiene una terraza amplísima con música tradicional griega de banda sonora. Probamos ensalada griega y pescado a la parrilla: con esta panorámica también hay que decir que todo sabe mejor.
Solo estuvimos una noche en Delfos (aquí te contamos la visita a su santuario) así que teníamos que escoger bien el restaurante allí y acertamos de pleno: To Patriko Mas. En un edificio de piedra del siglo XIX, cuenta con una preciosa terraza con bonitas vistas al golfo de Corinto (casi todos los hoteles y restaurantes las tienen). Advertimos de que no es barato, pero todo estaba delicioso y los camareros fueron muy atentos. Comimos dolmades (hojas de parra rellenas de arroz espaciado y carne), pulpo a la brasa y filete de atún a la plancha.
En las islas el menú se basa en pescado y marisco, sobre todo pulpo, que puedes ver secando al sol junto al puerto de turno en muchos sitios de Milos (en este artículo, todo sobre nuestra estancia en esta isla). Donde fueres, come lo que vieres, así que nos entregamos a la dieta marina.
O petrinos, en Adamas. Se encuentra en una calle costera donde se sitúan muchísimos restaurantes con sus terrazas con vistas al mar, uno a continuación de otro. Todos tienen muy buena pinta, la verdad, pero éste lo llevábamos anotado por recomendaciones de otros blogs. Es más caro que la media pero la calidad de la comida está también por encima de la media. Comimos gyros de pulpo (por lo que pudimos comprobar, un plato típico en muchos bares de Milos) y bacalao en tempura (estaba espectacular).
Trapatselis, en Adamas. Otro de los locales que se ubican en la misma calle que el anterior. De menor fama, más barato, con más facilidad para conseguir mesa sin reserva, pero también con comida más regulera (aunque la relación calidad – precio es en definitiva apropiada). Comimos buñuelos de calabacín y parrillada de pescado a la brasa: nos gustaron sobre todo los primeros.
Yialos, en Pollonia. Pollonia es un pequeño y bonito pueblo pesquero y en torno a su puerto hay numerosos restaurantes. Íbamos en realidad con intención de comer en otro local, pero estaba cerrado, así que escogimos Yialos un poco por casualidad. Su terraza, literalmente junto a los amarres de los barcos, tiene bonitas vistas y todo lo que probamos estaba buenísimo: fava (una crema típica griega de un tipo de haba local), salmonetes y gyros de pulpo, de nuevo.
También te dejamos otros que llevábamos apuntados, pero se nos quedaron pendientes, porque los vimos desde fuera y tenían bastante buena pinta: Alevromilos, en Adamas, Medousa, en Mandrakia (en temporada alta debes reservar o te tocará esperar una cola considerable) y Amenaki, en Pollonia.
Todo en Santorini es más caro que en el resto de Grecia, especialmente en Oia, y los restaurantes no son la excepción. Es más fácil encontrar opciones buenas, bonitas y baratas en otras localidades menos conocidas. Aunque si buscas darte un homenaje en una de esas terrazas con vistazas al fomoso atardecer sobre la caldera, sin mirar el precio, hay auténticas locuras de sitios.
Raki, en Megalochori. No es de extrañar que nuestro restaurante favorito de Santorini fuese éste, en la población más pequeña y tranquila de Megalochori (que ya de por sí merece una vista). Tampoco es de extrañar que la cuenta fuese mucho más económica que en Oia. Todo lo que probamos estaba delicioso y sus camareras eran simpatiquísimas: queso feta con miel y sésamo (nos encantó), musaca y tsouhti (un plato típico de Creta consistente en pasta con queso, ajo y huevo frito).
Ammoudi Fish Tavern, en Oia. El lugar más recomendado para comer en Oia es Ammoudi Bay, un pequeño puerto a los pies del acantilado al que hay que descender por unas famosas escaleras desde el Castillo de Oia, el mejor punto desde donde ver el atardecer. Aquí hay varios restaurantes y todos tienen menú y precios similares (de rango medio – alto), con pescado fresco y pulpos secando al sol. Así que por supuesto comimos pulpo a la brasa y besugo cocinado a la brasa: tan simple como bueno.
Ombra, en Oia. Fue el capricho del viaje, una de esas terrazas con vistas a la caldera. Pertenece a un hotel de lujo con las típicas habitaciones excavadas en el acantilado de Oia con piscina y jacuzzi (para morir de envidia, sí). Teniendo en cuenta todo esto, hemos de decir que la cuenta no fue tan alta como esperábamos. Cenamos risotto, calamares y merluza, todo elaborado de manera más refinada y gourmet que en el resto de restaurantes mencionados.
Como alternativa barata en Oia nos recomendaron Pitogyros, pero no pudimos probarlo.
¿Quién se va pasado mañana a Grecia y no tiene nada organizado? ¡Nosotros! ¿Quién le daría un abrazo enorme a Patri por semejante post tan útil? ¡Nosotros! 😉🥰
Jajajaja. Abrazo recibido (aunque sea virtualmente). ¡Que os cunda mucho el post y disfrutéis de Grecia y su comida que es de lujo!