De los creadores de las listas de nuestros hoteles favoritos en el mundo y los restaurantes que recomendaríamos a nivel internacional, llega ahora el repaso a esos bares que nos han gustado especialmente en territorio patrio. Porque la gastronomía es un aspecto tan importante como cualquier otro (o a veces incluso más) de cualquier viaje o escapada. Y porque nos encanta comer, para qué negarlo.
Aquí va la enumeración de los restaurantes que hemos encontrado viajando por España y que nos han gustado especialmente, con nuestros motivos para cada uno de ellos. Y dado que vivimos en Madrid y es donde más locales gastronómicos conocemos y frecuentamos, dedicamos un apartado específico para esta ciudad. El artículo está en construcción e iremos sumando recomendaciones a medida que vayamos descubriendo nuevos restaurantes. ¿Te animas a dejarnos tu recomendación?
DiverXo. Estrellas Michelín más que merecidas. Cierto que el menú degustación tiene un precio alto pero vale hasta el último céntimo que cobran. Es una experiencia gastronómica sin igual. No obstante todos somos conscientes de que no cualquiera puede permitírsela. Por ello también puedes acercarte al StreetXo: mismo concepto en forma de tapas, con precios mucho más ajustados, sin posibilidad de reservar. O al RavioXo: platos con la misma inspiración del Diverxo a menor coste, pudiendo reservar desde su web con antelación (las plazas vuelan). Si ninguna te convence, siempre te queda la opción de pedir a domicilio a GoXo.
Doppelgänger. El Mercado de Antón Martín es el último paraíso gastro gourmet de la capital. Hasta el punto que guarda joyas como ésta: cocina creativa informal y sorprendente, a precios razonables, del chef Samy Ali Rindo, que regía un restaurante con Estrella Michelín hasta que se hartó de todo y decidió mudarse a este puesto en el mercado. Y nosotros, más que encantados. Si vas, pide la carta completa de bocados, que va actualizándose periódicamente. Hemos ido 3 veces y habrá más.
El cocido madrileño es uno de nuestros platos favoritos. Tanto es así que pasamos el invierno probándolo en distintos restaurantes y a ellos dedicamos un post específico. Están desde los más tradicionales (La Bola, Malacatín, Casa Carola…) hasta los más innovadores (La Cocina de Frente).
Valdivieso. Tenemos la suerte de contar con una oferta hostelera maravillosa en el barrio donde vivimos, Palos de Moguer en Arganzuela. Concretamente Valdivieso está en nuestra misma calle y hemos ido incontables veces a comer, cenar, tomar algo e incluso a hacer una cata dirigida de vinos. Una suerte tenerlo tan cerca. Son de Granada y se nota, desde los vinos hasta muchos productos autóctonos, como el jamón de cordero o el tomate. Su carta es pequeña pero cada opción merece la pena y conviene ir de vez en cuando para probar sus platos fuera de carta. El arroz socarrat con magret de pato y el rodaballo que se come hasta la espina nos vuelven locos.
Bardero. Otro buenísimo restaurante que tenemos al lado de casa. Y encima pet friendly: admiten mascotas tanto en el interior como en la terraza. Abrió hace un par de años y en fin de semana hay que reservar con tiempo porque ya se ha corrido la voz sobre su alta calidad. Se autedofinen como un restaurante de cocina “honesta y cosmopolita”, donde abunda el pescado y la fusión. Carta corta pero maravillosa: recomendamos pedir varios platos para compartir, preferentemente, el tataki de atún rojo, el arroz con cocochas y el pulpo con gnocchis.
La Caníbal. Y uno más que por cercanía frecuentamos a menudo, esta vez en el vecino barrio de Lavapiés. Cuando lo conocimos se llamaba O Pazo de Lugo pero ha ido creciendo tanto en superficie del local como en oferta gastronómica. Y otro que puedes visitar con tu mascota. Tienen muchísimas cervezas artesanas y sirven buenos vinos de grifo a precios más que ajustados: sí, sí, vino de grifo. La base de sus carta es gallega (zamburiñas, pulpo, caldo gallego, quesos…) pero la lista completa de raciones y platos es extensa y variadísima.
MO de Movimiento. Solo por ver el local y su patio merece la pena ir. Ocupa el antiguo teatro Espronceda que fue después a su vez sede de la Agencia EFE. Es un espacio enorme y redecorado con elementos reciclados y de diseño industrial. En cuanto a la comida, su carta es corta, basada en productos de proximidad, con muchas opciones vegetarianas y pan hecho por ellos mismos. Lo mejor, en nuestra opinión, son sus pizzas.
Puntarena. La Casa de México en Madrid, además de ofrecer interesantes exposiciones de arte, acoge este restaurante que se aleja de los típicos mexicanos. No en vano su menú se basa en “la cocina de mar mexicana” con mucho marisco y mucho pescado (ya hemos dicho que no es el típico mexicano). Por eso en su carta hay ceviches, hamburguesa de atún, pulpo o tacos de camarón, por ejemplo. Además el local es muy elegante y los cócteles son de nota. No es barato, pero merce la pena probarlo por lo diferente.
Pez tortilla. Puede que la tortilla de patatas sea mi plato favorito de la gastronomía patria así que un restaurante enteramente dedicado a ella con distintas recetas es mi lugar. También hay otras opciones (croquetas, albóndigas, ensaladilla, etc.) pero venir aquí y no probar alguna de sus tortillas sería pecado. La clásica, la de morcilla, la de queso parmesano o la de queso de cabra. Eso sí, siempre poco cuajada, abstenerse si no te gusta así. Porque su lema no engaña. “Hay dos tipos de personas en la vida: los que les gusta la tortilla de patata poco cuajada y los que no tienen ni puta idea de la vida”.
Roostiq. Aquí están los mejores torreznos que hemos comido en nuestra vida. Así, sin rodeos. Ve, pruébalos y nos cuentas. Las alcachofas y la tarta de queso tampoco desmerecen, ojo. Y su carta es mucho más amplia y variada: verduras, carnes, pescados y hasta pizzas. Presumen de productos “honestos”, de su propia huerta en el caso de las hortalizas y de proveedores certificados sin maltrato animal para el resto.
Bar Melos. ¿Alguna vez has comido una zapatilla? Es el plato estrella de este bar que abrió en el 79 en Lavapiés y que ha sido una auténtica leyenda de la hostelería madrileña. Recientemente se traspasó pero sus nuevos dueños decidieron, muy acertadamente, mantener todo igual. Misma decoración (austera), misma carta (reducidísima) y mismas recetas. Incluyendo la de la mítica zapatilla: lacon y queso tetilla gallego entre dos rebanadas grandes de pan. Damos fe de que su sabor no ha cambiado. No admite reservas, los fines de semana la cola se ve desde lejos y probablemente te toque comer de pie. Pero merece la pena.
Terraza de Casa de Granada. El centro de Madrid está plagado de terrazas en azoteas, cada verano abren nuevas y ya hemos perdido la cuenta de las que hemos visitado y de las que nos quedan por conocer. Sin embargo, la de la Casa de Granada en la plaza Tirso de Molina fue probablemente la primera a la que nos subimos en nuestra vida. Un clásico, vamos. Además de las vistas puedes disfrutar de platos andaluces, desde pescaíto frito hasta berenjenas con miel, y a precios mucho más económicos que en otras azoteas madrileñas.
El Campero en Zahara de los Atunes, Cádiz. Comer buen atún rojo en un viaje a la costa gaditana no es ningún gran logro pero en El Campero hemos comido el mejor, en nuestra opinión. Cocinan todas las partes del atún posibles, incluso el corazón o el hígado. Pero lo que más nos conquistó fue el costillar de atún; sí, costillar, haznos caso. Tienen local también en la vecina localidad de Barbate.
Sidrería Tropical en Gijón, Asturias. Elegir un solo restaurante en Gijón no es tarea sencilla para una asturiana de adopción como yo que ha comido en cientos de sidrerías, pero el mejor cachopo de la ciudad se come aquí. Un título que probablemente nunca pensarías que tuviese este local frente a la playa de San Lorenzo de apariencia discreta. Confesamos que siempre que hemos ido únicamente hemos comido cachopo, no tenemos ni idea de la calidad del resto de platos, pero la del cachopo está garantizada.
Restaurante José María en Segovia. ¡Al rico cochinillo asado! El lugar más mítico en esta ciudad para probar su plato más típico. Su fama le precede y no defrauda. Sirve cocina tradicional segoviana y el restaurante en sí es enorme. Pese a ello, en fines de semana y festivos está lleno, así que mejor reserva.
De pintxos por Bilbao, Donostia y Vitoria. Nos encanta el ritual de vino + pintxo que en Euskadi se celebra como una religión: ir de bar en bar, babear con esas barras repletas de tapas y disfrutar de pequeños bocados de una de las mejores gastronomías que conocemos. Cualquiera de las 3 capitales vascas es aconsejable para practicarlo. Cierto es que hay que pagar el pintxo, pero ¡menudos pintxos! Aunque tenemos un post para cada ciudad con una larga lista de bares, si tuviésemos que elegir por destino, serían: Gure Toki y El Globo en Bilbao; El Tulipán de Oro y Sagartoki en Vitoria; La Viña y Gandarias en Donostia.
Tapeo en Granada. La ciudad andaluza es el destino por excelencia para poner en práctica la buena costumbre gastronómica más típica de nuestro país: bebida + tapa (una variante de la vasca de bebida + pintxo al fin y al cabo). Aunque el tapeo en Sevilla comprobamos que no desmerece, la fama de Granada es muchísimo mayor; especialmente porque las tapas las sirven gratis con la consumición. La calle Elvira y el barrio del Albayzin están plagados de bares para comprobarlo, pero también están saturados de gente y en algunos prima más la cantidad que la calidad (aconsejamos por ejemplo Bodegas Castañeda). Por eso te recomendamos alejarte un poco del centro turístico y dirigirte a la Plaza de la Trinidad, sobre todo al curioso Bar Soria.
Tapeo en El Tubo en Zaragoza. Y seguimos con gastronomía tapera. En las inmediaciones de la imprescindible Plaza del Pilar hay un conjunto de calles estrechas, plagadas de bares, conocido como “El Tubo”, donde el tapeo es también sagrado. Cierto es que aquí las tapas se pagan pero, igual que en el caso vasco, merece la pena. La lista de locales es interminable así que te recomendamos perderte por la zona e ir probando. De los que conocimos nosotros: El Balcón del Tubo, El Meli del Tubo, Casa Lac y Bodegas Almau.
Los Zagales en Valladolid. No todo el mundo lo sabe pero en la capital castellano leonesa hay un altísimo nivel de bares de tapeo (nuevamente hablamos de tapas con su precio). No en vano se celebra aquí cada año el Concurso Nacional de Pinchos y Tapas. A pesar de que hay muchas alternativas, las más clásica y popular es Los Zagales, a dos pasos de la Plaza Mayor vallisoletana. Decir que sus tapas son originales y curradas es quedarse corto. Si tenemos que aconsejar una sola, el Tigretostón es su mayor celebridad.
Cocinandos en León. La capital leonesa es también un gran destino de tapeo (la “Granada del norte” la llaman algunos en este sentido) pero esta vez nuestra recomendación va más alllá. ¿Un Estrella Michelín barato? Pues sí. Y en pleno centro de León, en la Plaza San Marcos, junto al famoso Parador. Cuenta con un menú de 77 euros y otro más extenso de 110. Los platos parten de productos tradicionales locales pero cocinados de manera creativa jugando con las texturas. Y el local es sumamente elegante, con un jardín súper agradable donde terminar tu comida.
Castrillo de los Polvazares en León. No abandonamos la provincia leonesa. Y es que a este pueblo se viene a comer el cocido maragato, plato típico leonés, que viene a ser un cocido a la inversa: primero las carnes, luego las verduras y por último el caldo. Y encima es uno de los Pueblos Más Bonitos de España, con sus calles empedradas y casas antiguas, perfecto representante de la región leonesa de la Maragatería a que pertenece. Hay varios restaurantes y en todos la especialidad es el cocido, elige el que quieras.
Casa Irene en Artíes, Val d’Aran. Diego solía venir aquí de niño con su familia cuando esquiaba en Baqueira, así que fue muy emocionante volver para él y conocerlo para mí. Irene, la dueña original, aún está a pie de comedor, saludando a todos los comensales. No es el más barato de la zona, pero merece cada céntimo: todo está delicioso, los platos son originales y el trato es familiar y amable. Y de paso, puedes ver Artíes, uno de los Pueblos Más Bonitos de España.
Anoche nos dimos un homenaje en #CasaIrene en #Arties Diego había venido de pequeño y siempre me decía que quería llevarme algún día. Incluso con expectativas así de altas, fue un lujo de cena #diegocomiendoporelmundo #ValleDeAran #valdaran #valdaranphotos #visitvaldaran pic.twitter.com/Utq69siv5X
— Vagamundos Viajeros (@VagamundosViaje) March 31, 2018
Can Paixano (La Xampanyeria) en Barcelona. Evidentemente hay mil bares y restaurantes estupendos en la capital catalana pero tenemos debilidad por éste. Cierto es que ha cambiado mucho y se ha masificado un poco desde que lo conocimos hace casi 15 años pero se lo perdonamos. Al fin y al cabo lleva funcionando desde 1969 así que tampoco podemos presumir de haber sido los primeros en ir. Aquí básicamente se viene a tomar cava y bocadillos. Tan simple y tan maravilloso. Su cava rosado concretamente nos encanta.
El Cuchifrito en Toledo. Nos pasa como con Gijón: es difícil elegir un solo restaurante en la ciudad natal de Diego porque vamos mucho y conocemos ampliamente de primera mano la muy buena oferta hostelera de Toledo. Nuevamente la selección viene determinada porque es el bar en el que más repetimos. Cuenta con 3 locales y ninguno está en el centro histórico (los toledanos lo frecuentan poco en realidad). El que más nos gusta es el del barrio de Santa Teresa por su bonita terraza (es además una zona estupenda para comer con muchos restaurantes). Y, como su propio nombre indica, el plato imprescindible aquí es el cuchifrito: cochinillo frito con ajo y perejil.
Central Bar by Ricard Camarena en el Mercado Central de Valencia. Ricard Camarena es un chef valenciano que cuenta con varias Estrellas Michelín y numerosos locales por toda la ciudad donde probar su cocina. Central Bar en el Mercado de Valencia es una aproximación informal y económica a su gastronomía, en formato tapa y bocadillo, y nos gustó muchísimo. Por cierto, no te pierdas su versión del agua de Valencia. No admite reservas y sus horarios son los del Mercado: de lunes a sábado, de 7:30 a 15:00 horas.
Enriclai en Santa Cruz de La Palma. Mucho y muy bien comimos en La Palma (tanto es así que le dedicamos un post específico a su gastronomía y restaurantes) pero nuestro favorito de ese viaje fue el Enriclai. Aquí no hay carta ni menú al uso: cada día preparan unos platos diferentes, en función de los productos de mercado, que Carmen te describe muy amable y detalladamente. Te advierte también de que no cocinan fritos ni usan aditivos, todo es lo más natural posible. Es imprescindible reservar porque apenas tiene 4 mesas contadas y su fama le precede.
Las Cancelas en Ávila. Este hotel y restaurante ocupa un bonito edificio histórico del siglo XV, literalmente adosado a la Catedral. Puedes comer en el antiguo patio de columnas de éste o en una agradable terraza exterior junto a la muralla conocida como “los Patios de la Catedral”. Nosotros estuvimos en ésta última. Sirven comida tradicional abulense: chuletón, judías del Barco de Ávila, sopa castellana… Un consejo: prueba también sus croquetas.
El Cocedero de Kiele en Socuéllamos (Ciudad Real). ¿Te imaginas comer pescado y marisco en Castilla La Mancha? Pues en Socuéllamos es posible. Kiele empezó (y continúa) como una fábrica de semiconservas de pescado. Habilitó un espacio para que los clientes pudiesen probar sus productos y de ahí nació el restaurante actual. Su carta te traslada a cualquier puerto marinero de España (palabrita de vasca de nacimiento y asturiana de adopción): pastel de cabracho, chipirones, gambas, pulpo, cocochas, paella de marisco…
Viajera, internetera, cinéfila, inquieta, 2.0
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